¡El ferrocarril llega a Chimbacalle!

Ceremonia por el arribo del primer tren a Quito, en 1908. Junto a la imagen se mecanografiaron los nombres de los principales asistentes. Fotos: Archivo Eduardo Espinosa Mora  y www.fotografianacional.gob.ec

Ceremonia por el arribo del primer tren a Quito, en 1908. Junto a la imagen se mecanografiaron los nombres de los principales asistentes. Fotos: Archivo Eduardo Espinosa Mora y www.fotografianacional.gob.ec

Ceremonia por el arribo del primer tren a Quito, en 1908. Junto a la imagen se mecanografiaron los nombres de los principales asistentes. Fotos: Archivo Eduardo Espinosa Mora y www.fotografianacional.gob.ec

En octubre de 1911, desde la ciudad de Panamá, Eloy Alfaro escribía a su secretario privado, Ángel Barrera, comentando que el 17 de junio de 1908 en el barrio de Chimbacalle se colocó el último clavo de oro por parte de su hija América.

Posteriormente, el 25 de junio de 1908, después de vencer mil dificultades de todo orden -económicas, técnicas y políticas-, la locomotora entró a la ciudad capital, arribó a la estación de Chimbacalle de Quito, durante el segundo período presidencial de Alfaro. La llegada del ferrocarril fue el símbolo del progreso: la línea divisoria entre una sociedad tradicional y otra movida por el deseo de cambio, que pretendía dar forma a la modernidad.

El ferrocarril inspiró decenas de poemas y ensayos que, junto a las notas periodísticas, recogieron los sucesos de su llegada, describiendo detalladamente el desarrollo del programa de festejos. Este acontecimiento fue reconocido como fiesta cívica nacional, por Decreto Ejecutivo.

La Revista Nariz del Diablo, en su edición extraordinaria por el cincuentenario de la llegada del Ferrocarril, describe cómo un día antes del acontecimiento los habitantes de Quito adornaron sus casas con la Bandera nacional, flores, guirnaldas, arcos de seda y musgo.

El coronel de infantería Ulpiano Páez reordenó el tránsito de la ciudad y el presidente del Comité Militar Pichincha organizó el banquete que se ofrecería a Eloy Alfaro, como tributo del Ejército Radical a su caudillo y a su obra.

El Consejo Cantonal de Quito cambió el nombre de la parroquia Chimbacalle por el de parroquia Eloy Alfaro; también fueron puestas en circulación siete tipos de estampillas conmemorativas, en las que aparecían representados: una locomotora, García Moreno, Eloy Alfaro, Abelardo Moncayo, Archer Harman, James Sivewrigth y el Chimborazo.

En la noche, los balcones, las puertas de tiendas y arcos triunfales se iluminaron con faroles, mientras en plazas y paseos las bandas de música y fuegos pirotécnicos animaron la fiesta. Alfaro recibió a medianoche una serenata, ofrecida por las bandas de guerra.

La Iglesia, que tradicionalmente se caracterizó por el uso magistral de los ritos y de los símbolos, en cierta forma fue desplazada. Sin embargo, el visionario Federico González Suárez, arzobispo de Quito, emitió una circular manifestando que nadie puede ser indiferente a un acontecimiento de tanta trascendencia y dispuso que el día de la llegada del tren, se echen al vuelo las campanas de la Catedral y de todas las iglesias y capillas de Quito, a fin de contribuir de esa manera en el justo regocijo de la capital; que el primer repique suene en el instante en que el estampido del cañón anuncie la llegada del tren, después todo el día, de hora en hora, hasta la noche.

Llegado el día 25 de junio, descargas de artillería, desde el Itchimbía, el Pichincha y el Panecillo anunciaron la llegada del ferrocarril. Sobre la vía férrea hacia Tambillo, un monumental arco de flores esperaba la entrada de la locomotora, que venía por los llanos de Turubamba.

La población asistente al evento, calculada en 30 000 personas, se ubicó en las cimas, calles o balcones para observar el paso del tren. Con sombreros en la mano y entre vivas, lo recibieron.

El desfile oficial, acompañado de bandas militares, contó con la presencia de funcionarios del poder ejecutivo, diplomáticos, representantes del Municipio, de la universidad y de la prensa; además de comisiones del Centro Radical Vargas Torres, del Instituto Nacional Mejía, la Sociedad Tipográfica de Pichincha, la Sociedad Artística e Industrial y otros gremios de artesanos. El acto de inauguración incluyó la entonación del Himno patrio, varios discursos y el ingreso de Alfaro con su comitiva.

Luego de concluido el acto inaugural, Alfaro se dirigió a los salones del Congreso para asistir al banquete ofrecido en su honor. Las tarjetas del menú fueron artísticamente trabajadas, estaban adornadas con una viñeta del ferrocarril y con el retrato del general. En la primera página se incluyeron nombres y fechas de las más importantes batallas liberales y en la última se colocó la siguiente frase: “De su brazo de guerrero surgió la redención política de la patria; de su inspirado cerebro de patriota la gigante obra del ferrocarril de los Andes; y de su corazón magnánimo el perdón y el olvido para sus enemigos”.

En el homenaje también se pronunciaron varios discursos: unos de agradecimiento, otros conciliadores. Así, a más de las disertaciones de Eloy Alfaro y Archer Harman, Flavio Alfaro habló por el Comité Militar; Vidal Ortiz por los comerciantes; Abelardo Montalvo, por el Municipio; Roberto Andrade, por los batallones Vencedores y Pichincha.

Ese mismo día, Virgilio Stopper publicó en diario El Imparcial: “¿Qué significa ese desborde de entusiasmo que se nota en la ciudad muerta de otros tiempos, en la ciudad de los conventos y las tumbas? ¿Qué mágico poder ha sacado del sepulcro a la población de Quito que, cual Lázaro mitológico yacía inerme, turbada, únicamente, por la salmodia inentendible de los devotos y por el vociferar tremendo de los regresivos y reaccionarios?”

Con la llegada del ferrocarril, cambió la fisonomía de la vieja Chimbacalle, convirtiéndose en la puerta de entrada de los más variados productos, su forma de antaño perdió sus modos rurales y llevó a la necesidad de contar con un medio de transporte urbano que opere desde la Estación de Chimbacalle hasta el límite norte de la ciudad. Se inició la construcción del sistema de tranvías, que estimuló la modernización urbanística y el crecimiento de la ciudad hacia el norte.

Después de cincuenta años de la llegada del ferrocarril, cuando este medio había perdido su impulso inicial, volvió a pitar la locomotora en Chimbacalle. La Empresa de Ferrocarriles del Estado organizó una fiesta cívica que incluyó la inauguración del busto al general Eloy Alfaro.

 *Historiadora. Este escrito es parte de un artículo publicado en ‘El ferrocarril de Alfaro. El sueño de la integración’, 2008.

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