La Feria Internacional del Libro de Quito se realizó desde el 22 de noviembre hasta el 1 de diciembre de 2014. Foto: Alfredo Lagla/ El Comercio
Si con internacional se trataba de enfatizar sobre el hecho de que en las librerías locales hay gran presencia de publicaciones extranjeras, pues la Feria el Libro de Quito logró con éxito su cometido. Mas si la intención era compartir con el mundo de la industria editorial fuera de Ecuador, pues aún hay algunos puntos por resolver sobre el tema.
En este año, la FIL UIO contó con la presencia de 13 países invitados, a través de sus embajadas (además del Fondo de Cultura Económica de México, que es un caso aparte). Pero lo cierto es que la presencia extranjera en la FIL no fue una suerte de adorno entre la oferta editorial de este año. Su aporte a esta cita no pasó de la presentación de algunas novedades culturales (comida, bebida, costumbres, personajes ilustres…). Distante fue el acercamiento a la industria del libro de estos países.
Una pena tanto para los lectores como para los editores locales, quienes en este tipo de encuentros tienen la oportunidad de visualizar el estado del mercado de las publicaciones (qué editar, cuáles son los títulos del momento, cómo competir en el extranjero).
Claro que la feria del libro debe ser una oportunidad para conocer acerca de las distintas naciones con las que el Ecuador mantiene relaciones diplomáticas. Sin embargo, eso no es lo más importante en un encuentro de este tipo. La gente espera visitar un stand y salir con un libro entre sus manos, no con información sobre turismo en el extranjero o acerca del (posible) aporte de líderes políticos sudamericanos.
En el pabellón internacional de este año, la estrella se la lleva, además del Fondo de Cultura Económica, Perú. A pesar de tener un espacio pequeño con relación a otras naciones como Chile o Argentina, fue uno de los puntos más surtidos en la planta baja del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Como en ningún otro lugar, por varias ocasiones se podía ver a la gente yendo y viniendo de allí con un libro entre sus manos. Sea con cocina o con historia, Perú logró captar la atención de los lectores locales.
Hoy (1 de diciembre) se terminan las actividades de la Feria Internacional del Libro de Quito, y una de las grandes lecciones que deja este año esta cita es que hay que pensar en el mercado del libro y no solamente en la exposición de tal. Es necesario que en este tipo de encuentros el comprador, el editor, el bibliotecario y todo aquel relacionado con el texto impreso y digital logre configurar una idea clara de lo que sucede con esta industria extramuros.
Es momento de dejar de lado el pensamiento localista para insertar al libro y al lector local en el movimiento internacional. Justo en estos momentos Guadalajara celebra una feria similar, y la más importante en el mundo en español, y lo hace, según lo ha dicho su directora, Marisol Schulz, pensando en la economía del libro. Pero para ello no se ha realizado únicamente la presentación de nuevos títulos o en conversatorios con escritores afamados. La agenda de este año incluye rondas de negocios para inyectar de recursos a uno de los sectores de la cultura que siempre ha estado amenazado.