Cómo hace falta Miguel Donoso Pareja

Juan Villoro, escritor y periodista mexicano, asistió a un homenaje a Miguel Donoso Pareja en la Feria del Libro de Quito. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Juan Villoro, escritor y periodista mexicano, asistió a un homenaje a Miguel Donoso Pareja en la Feria del Libro de Quito. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Juan Villoro, escritor y periodista mexicano, asistió a un homenaje a Miguel Donoso Pareja en la Feria del Libro de Quito. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Miguel Donoso Pareja (Guayaquil, 1931) no estuvo, pero su presencia fue rotunda la noche del 26 de noviembre en el Auditorio del Museo Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Su nombre y su figura cobraron la dimensión que solo puede otorgar la memoria. Y los recuerdos de cinco escritores, entre ellos el mexicano Juan Villoro, fueron dibujando de cuerpo entero al escritor riguroso, pero sobre todo al crítico implacable que ha sido el guayaquileño; y, precisamente, este último Donoso Pareja es el que le viene haciendo falta, hace ya algún tiempo, a la literatura ecuatoriana.Una condición física que lo aqueja desde hace años y que no se compadece con su importancia ni su porte de recio de marinero y de escritor curtido, impidió que Donoso Pareja, que Miguel, que el Maestro llegase a Quito para presenciar el homenaje que el Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador y el Fondo de Cultura Económica prepararon para llevar a cabo en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL ) de Quito 2014.

Esta última institución incluso hizo las gestiones para que uno de sus talleristas más aventajados, Villoro, estuviera presente.

Pero el Maestro no pudo llegar; y cómo hizo falta su palabra lúcida, en su propia voz, en el acto que convocó a más de un centenar de personas, que sobre todo llegaron a ver al escritor mexicano.

Todos los escritores participantes del homenaje, Paúl Puma, Luis Carlos Mussó, Abdón Ubidia, Pablo Salgado y Villoro coincidieron en la implacabilidad de Donoso Pareja con los textos como su característica capital y quizá la más valiosa. Cualidad que no forja amistades, pero que aporta a la calidad de la literatura donde se ejerce.

Puma lo dejó clarísimo cuando leyó extractos de piezas críticas, tan duras como sinceras, nacidas de la pluma del homenajeado; dejando entender lo necesarias que son para este país una mirada y una voz como las de Donoso Pareja, que en los 80 y 90 pusieron distancia con el dañino amiguismo que suele reinar en la crítica o comentario literario en Ecuador. Duélale a quién le duela, Donoso Pareja decía lo que pensaba y con fundamento. Cómo nos hace falta su voz…

Mussó y Ubidia transitaron más por el terreno del anecdotario para referirse al guayaquileño. Mussó: “Miguel no transigía (cuando de calidad literaria se trataba) ni un ápice”; Ubidia: “Cuántos amigos, pero también cuántos enemigos (por su implacabilidad a la hora de comentar un texto) ha tenido Miguel”.

Pasadas las ponencias de los ‘teloneros’ le tocó el turno a Villoro y el auditorio se transformó en un santuario, en el que cada alma escuchaba, como en vilo, con devoción, las historias del mexicano y su maestro. Difícil que en este país volvamos a escuchar, en el corto plazo, a alguien con la elocuencia de Villoro; su presentación fue magistral y sencilla y divertida y emocionante y tierna y muchas otras cosas buenas difíciles de describir.

Y lo que muchos calificarían de obsesión a secas, de pedantería y hasta de amargura (en referencia a la imposibilidad de Donoso Pareja de dejar un texto ajeno sin corregir), Villoro supo explicarlo con la lucidez que lo caracteriza: “No hay mayor demostración de generosidad intelectual que la corrección”. El interés de Donoso Pareja por el rigor literario nace de una convicción, como dijo en el homenaje su discípulo mexicano, hoy reconocido ampliamente por su crónica y su ficción en Iberoamérica: “El texto es más importante que cualquiera de nosotros, el texto es lo único que importa”. Lo aprendió de Miguel Donoso Pareja, esa voz crítica, informada y competente, que hoy nos hace tanta falta.

Discurso de agradecimiento de Miguel Donoso Pareja

(Este texto escrito por Miguel Donoso Pareja fue leído al final de la presentación por Pablo Salgado a petición del homenajeado).

A causa de mi estado de salud, es decir de mi edad, no he podido llegar a Quito y sus 2 800 metros sobre el nivel del mar, como hubiera deseado. Y de acuerdo con una prudente indicación médica, decidí delegar mi participación personal, con lo que se dieron mucho mejor las cosas. Es sin duda muy significativo que mi lugar lo ocupara representándome Pablo Salgado.

Todo habría de ocurrir el 26 de noviembre con una hora de diferencia. Primero la apertura en Quito de una oficina del Fondo de Cultura Económica; poderoso y prestigioso grupo editorial mexicano, que además con el Ministerio de Cultura me rinden un homenaje. Y, segundo, con la presentación de un volumen de mis cuentos completos. Y pare de contar. A su casa los pastores que se acabó la Navidad.

Mientras tanto, yo en Guayaquil. Un día fresco: 30 grados a la sombra; temperatura con la que los guayaquileños nos abrigamos. Contento y agradecido por el clima y por los homenajes, off course, no soy tonto ni ingrato. Debo pedirle a Pablo Salgado, mi entrañable amigo, que lea este texto de agradecimiento empezando por las instituciones y sus directivos por hacerme el reconocimiento, que al margen de si lo merezco o no, me cumple agradecer al Fondo de Cultura Económica y al Ministerio de Cultura y Patrimonio.

Sin culpa pues, ya que no soy partidario de palanqueos ni otro tipo de maniobras para crear atmósferas de supuestos méritos alrededor de mis actividades públicas, en pro de una imagen rimbombante, sino más bien partidario de la discreción y los segundos planos, en donde me siento libre de pecado.

No soy responsable de que hicieran un volumen de mis cuentos completos; eso lo tiene cualquiera, es un lugar común. Algún día publicaré cuentos incompletos y uno casi, que va más con mi onda. Casi inquiere el lineal, casi nada replica el retorcido, sin saber si habrá un día que sea algún. Es decir, posible.

Pero no poder ir a Quito tuvo su precio. Además de no ver la nalguita de dios, que tiene sus encantos sin duda alguna, no pude saludar y conversar con amigos apreciados que llegaron a Quito. Estoy particularmente triste por no ver a Juan Villoro.
Supe por la prensa que la reunión ha sido un éxito, y me mantuve alerta. En el transcurrir de los días me vi constantemente beneficiado de homenajes, ediciones de libros, elogios, entrevistas, incluso televisivas. Más parecía un cantante que un escritor. No me quejo; simplemente lo señalo. Es triste sentirse un Maradona cualquiera, recontra famoso y adorado por las masas, cuando uno aspira a ser un casi anónimo escritor: Onetti, Rulfo, Monsiváis, Galeano… más solitarios que la gran flauta.

Me mantuve atento a lo que sucedía en el encuentro quiteño y llegué a la conclusión de que había sido yo. Incluso estando ausente, el que mayor atención recibió de los organizadores y los lectores, a tal punto que estas líneas solo quieren expresar mi afecto y mi gratitud por el trato recibido.

Esto que sucede en Quito no tiene repercusión en la prensa guayaquileña, a pesar de que el principal beneficiado del encuentro es un escritor guayaquileño. Gracias a todos por el homenaje y por recordarme.
Miguel.

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