El actor Josh Lucas (izq.) interpreta a Brian Smith, la actriz Chrissy Metz es Joyce Smith y el joven Marcel Ruiz le da vida a John Smith. Fotos: IMDB
Parte del atractivo del cine está en las cosas extraordinarias que suceden todo el tiempo frente a la pantalla. Pero cuando uno de estos acontecimientos adquiere una dimensión mística, atribuida a una fuerza sobrenatural basada en la tradición de la Fe, el espectador tendrá la certeza de encontrarse frente a una pieza de cine religioso, como en el caso de ‘Un amor inquebrantable’.
La directora Roxann Dawson da el salto al cine con esta película, que sigue la historia de John (Marcel Ruiz), un joven de 14 años que juega con dos amigos en la superficie helada del lago Saint Louise; cuando el hielo se abre, todos terminan abrazados por sus heladas aguas. Sus amigos salen a la superficie, pero John es rescatado 15 minutos más tarde y llevado a un hospital, donde un equipo médico lucha, sin éxito, por recuperar sus signos vitales, durante otros 45 minutos.
El filme está basado en un caso real acontecido en 2015 y de ahí que los hechos que impulsan la trama dejen una sensación de atestiguar el drama de la supervivencia. Pero la expectativa dura poco, pues la intención y el mensaje pro-fe de la producción se pone en marcha, cuando la madre de la víctima, Joyce Smith (Chrissy Metz), llega al hospital y, en un acto de desesperación, se niega a aceptar el desenlace y recurre a la oración.
La desconsolada madre reza con tal convicción que finalmente escucha la voz de Dios en el corazón de su hijo que vuelve a latir espontáneamente contra todo pronóstico.
Alrededor de ese acontecimiento se irán desglosando las piezas de un relato, que tiene como centro de gravedad a una devota y tradicional familia, cuya fe se pone a prueba y en la que no faltan los conflictos.
En pocas escenas, el joven actor que interpreta a John deja constancia sobre la incertidumbre de un adolescente que camina a la madurez convertido en el hijo de origen latino adoptado por los Smith.
A su lado, Metz ofrece una interpretación sólida que transita con efectividad por diferentes estados, desde la asfixiante atención que le prodiga a su hijo en un intento por llamar su atención y la desesperación de verlo postrado en una cama. Pero también deja ver la decepción que le causa su esposo que parece rendirse y la desconfianza en los métodos del nuevo pastor que lidera su iglesia, pero en el que irá descubriendo nuevas virtudes en medio de la tragedia.
La cinta celebra la fortaleza espiritual de una familia, pero también deja extendida una línea de reflexión sobre la buena voluntad de una comunidad, en la que tal vez queda implícito el verdadero milagro.
De todas maneras, el protagonismo pertenece a una fuerza mística que opera de formas misteriosas y que responde a la tradición de la fe y a la cada vez más amplia industria del cine religioso.