Imagen referencial: El uso continuo de las pantallas de los dispositivos para conectarse a videoconferencias afecta la salud. Instagram
La crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus ha disparado el uso de aplicaciones de videoconferencias, con fines personales, laborales o educativos. Pero también se ha podido constatar que el empleo de estas plataformas crea un cansancio significativo en las personas.
Se la conoce como ‘fatiga Zoom’, por la más popular de estas interfaces, pero se refiere también al uso de otras como Skype, Teams, FaceTime, Hangouts, etc.
¿Por qué cansa comunicarse a través de una pantalla? El psicólogo Darwin Calero explica que las videollamadas eliminan aspectos sutiles fundamentales de la comunicación presencial. No se ve el cuerpo entero de la otra persona y el cerebro trata inconscientemente de adivinar todo el tiempo pequeños gestos que pueden ser reveladores: desde el movimiento de manos y pies hasta el poder ver lo que el interlocutor ve a su alrededor. No lograrlo, estresa y puede provocar la ‘fatiga Zoom’.
Además, los silencios podrían considerarse problemas de conexión, y el cerebro se confunde tratando de averiguar si son o no intencionales.
Por otro lado, si la calidad del video es mala –se congela la imagen o hay cortes de audio- se pierde información. Esto obliga a estar más atentos, aumentando el cansancio y generando sentimientos de frustración.
Calero recuerda que, de hecho, cuando intentamos concentrarnos en algo específico – como una pantalla- se suprime parte de otra información sensorial: del tacto, olfato y gusto.
Por otra parte, mostrar parte de nuestro hogar puede ser tomado como una invasión de la intimidad, lo que inconscientemente nos pone a la defensiva y contribuye a la ‘fatiga Zoom’.
Hacer otras cosas mientras se hace una videoconferencia es algo muy habitual que aumenta el cansancio.
Un enlace múltiple complejiza mucho más el proceso
El exceso de estímulos abruma y puede hacer que algunas personas se sientan cohibidas o sobreexcitadas. La vista en galería supone una dificultad para la visión central del cerebro y lo obliga a decodificar a tanta gente al mismo tiempo que no se obtiene nada significativo de nadie, ni siquiera de la persona que habla. Los psicólogos lo denominan atención parcial continua: el cerebro se siente abrumado con el exceso de estímulos, mientras está concentrado en buscar señales no verbales que no puede encontrar, con la consiguiente generación de ‘fatiga Zoom’.
Además, durante la pandemia muchas personas se actualizan en un mundo informático desconocido. Ese es un esfuerzo que genera cansancio, sobre todo por la falta de dominio del medio.
Por otra parte, se encadenan una videoconferencia tras otra, lo que aumenta el grado de agotamiento: con familiares, amigos y colegas de trabajo. Esto se agrava porque se suelen utilizar diferentes aplicaciones.
Para reducir los niveles de fatiga
Los efectos negativos de las videoconferencias pueden reducirse disminuyendo el número de ‘apps’ a utilizar, mejor quedarse con una: “o Teams o Zoom o Skype, no los tres”, dice Calero.
Según la revista National Geographic, ayuda también apagar la cámara, si es posible: esto disminuirá la cantidad de estímulos y relajará el cerebro. Además, así se suele tener mejor calidad técnica en el enlace porque solo con audio las plataformas de videoconferencias usan menos ancho de banda.
En un enlace no es conveniente dispersar la atención. Si hay que atender una videoconferencia hay que estar realmente presente, sin pensamientos o actividades pendientes que desvíen la concentración.
Conviene, además, hacer pruebas antes de conectarse. Esto evitará interrupciones: si cada cierto tiempo es necesario corregir problemas en el micrófono o la cámara, no solo se corta la fluidez de la conversación, sino que se genera nerviosismo.
Es importante usar lo menos posible la videoconferencia para comunicarse, mejor volver al teléfono si solo requerimos conversar, la pantalla sobra y evitaremos la ‘fatiga Zoom’, recomienda el especialista.