Varios grupos se unieron en una muestra que se exhibe en el Centro Cultural de la PUCE. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
Las imágenes que reproducen están por todas partes: paredes, postes de alumbrado público, veredas, ‘gifs’ que circulan en redes sociales, tatuajes pero, sobre todo, en fanzines -publicaciones hechas de una manera artesanal cuyo precio no supera los USD 5 o que son truequeadas por otras reproducciones.
Durante el último lustro, el mundo de la reproducción de imágenes a bajo costo tomó un nuevo impulso. Una prueba de ello es la aparición de colectivos dedicados a la creación de publicaciones como los fanzines, entre ellas Kuzkinamat, Rey Neblina, Zeptika y ZYR.
Estos colectivos, junto a artistas emergentes como Diego Carvajal, Matías Páez, Carolina Acosta y Jess Buenaño, son parte de ‘Supercopia’, la muestra que se exhibe, hasta finales de junio, en el Centro Cultural de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador.
El Centro Cultural de la PUCE acoge la muestra de fanzine. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
Buenaño, parte Zeptika, cuenta que una de las razones para el crecimiento del fanzine en la ciudad y en el país, es la facilidad de autopublicación y autoedición que ofrece. “En nuestro colectivo nos enfocamos -dice- en técnicas análogas que son fáciles de reproducir y que luego son plasmadas en stickers, botones y pósteres”.
Para los fanzineros, más allá de los conceptos artísticos, lo importante es la circulación de las imágenes y el uso de tecnologías que permitan la mayor cantidad de reproducciones posibles. En Rey Neblina, por ejemplo, trabajan con una máquina riso, un aparato que mezcla herramientas de la serigrafía y de la fotocopiadora.
Los fanzines son publicaciones hechas de manera artesanal. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
Diego Arias, curador de la exposición, sostiene que para los fanzineros, máquinas como la fotocopiadora se han convertido en artefactos subversivos. “La mayoría de imágenes que circulan por el mundo son imágenes de poder que influyen en el comportamiento de las personas. Estos artistas lo que buscan es generar la circulación de imágenes distintas”.
Los motivos e historias que aparecen en un fanzine responden a los intereses de cada artista. Para Isabel Albornoz, de ZYR, lo mejor de estas publicaciones es que puede expresar lo que siente y compartirlo con cualquier persona sin que el dinero sea una limitación. “Muchas de nuestras obras -dice- tienen materiales reciclados”.
La muestra estará abierta hasta el 30 de junio del 2019. Foto: Galo Pagyay/ EL COMERCIO.
Por su parte, Carolina Acosta, de Zeptika, cuenta que los fanzineros trabajan con todas las técnicas de gráfica reproductible, como la serigrafía, la rizografía, la mayoría de métodos de grabado, el grafiti y el ‘pate stamp’ -una técnica donde se utiliza engrudo-.
Para ella, otra de la ventajas de trabajar con estas técnicas es la facilidad de apropiación del espacio público y la generación de expresiones del arte que son más horizontales, donde el espectador también se puede convertir en un creador sin que la obra pierda validez.
A través de sus imágenes, los fanzineros también buscan incomodar y suscitar reflexiones sobre la autoría dentro del mundo del arte. Para ellos, lo colectivo y lo cooperativo adquieren un valor relevante. En este mundo es más importante la circulación de una imagen que la persona que la creó.