El tiempo para compartir con la familia se reduce a una hora diaria

El ritmo de vida, los trabajos, la tecnología y el tránsito vehicular han cambiado las dinámicas de las familias, que cada vez tienen menos tiempo para sus hogares. Foto: Pixabay.com

El ritmo de vida, los trabajos, la tecnología y el tránsito vehicular han cambiado las dinámicas de las familias, que cada vez tienen menos tiempo para sus hogares. Foto: Pixabay.com

El ritmo de vida, los trabajos, la tecnología y el tránsito vehicular han cambiado las dinámicas de las familias, que cada vez tienen menos tiempo para sus hogares. Foto: Pixabay.com

Son las 12:00 y por las calles aledañas a la Universidad Politécnica Salesiana, en el norte de Quito, los estudiantes salen apresurados de sus clases; el tráfico vehicular se intensifica por la av. 12 de Octubre y los restaurantes del sector se alistan para recibir a los comensales.

Almorzar en casa no es una alternativa, dice Juan Carlos Naranjo, estudiante de Psicología. El joven de 23 años vive en el valle de Los Chillos y en ir y venir desde su hogar hasta su centro de estudios tarda cerca de tres horas.

Naranjo recuerda que la última vez que entre semana almorzó en familia fue cuando estaba en el colegio.

Y es que el tiempo no da para más. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), señala que los ecuatorianos dedican, en promedio, una hora al día para pasar con su familia.

El catedrático y sociólogo Enrique Jara sostiene que indudablemente en la actualidad se ha perdido el nexo familiar y eso ha perjudicado la vida en los hogares.

Atribuye el debilitamiento de las relaciones familiares a varios factores, entre ellos al crecimiento de la tecnología y al fortalecimiento de las redes sociales, como dos de los principales medios de comunicación.

Una encuesta realizada por la Universidad Tecnológica Indoamérica, levantada en el 2013 en Quito, encontró que los jóvenes de entre 12 y 18 años dedican por día, en promedio,
7 horas con 50 minutos a ver la televisión, usar el ordenador y las consolas de videojuegos, escuchar música y hablar o chatear por el teléfono.

María Dolores Calvopiña, de 48 años y madre de tres hijos adolescentes, recuerda que cuando era niña, ella, sus padres y sus cinco hermanos pasaban los fines de semana en el hogar. Organizaban la casa, limpiaban el jardín, cocinaban y todos se reunían en la sala para ver la única televisión que había en la vivienda.

40 años después, esa imagen cambió. Ahora, cada miembro de la familia se recluye en su mundo digital. “Mis hijos se encierran en sus habitaciones con el celular o la computadora. Permanecemos en un mismo lugar, pero si no van a bajar a comer me envían un mensaje...”.

Jara explica que la estadística, además de revelar el tiempo que comparten las familias, pone en evidencia otros temas relacionados con la distribución del tiempo diario de los ecuatorianos. Tanto hombres como mujeres destinan en promedio 90 horas semanales a las actividades personales (55:51 para dormir, 13:00 horas para ver la televisión, 08:00 para su alimentación, 09:00 para descansar, entre otras).

Los viudos son quienes dedican más tiempo semanal a su familia con un promedio de 8 horas y 49 minutos. Luego siguen los separados con 7 horas y media; los divorciados con 7 horas, y un porcentaje más bajo los casados, con 6 horas y 25 minutos a la semana.

Pablo Gomescoello estuvo casado por cuatro años. Desde enero del 2014 está separado. Sostiene que la ruptura de su matrimonio se dio por la falta de tiempo para compartir con su esposa. “A pesar de vivir juntos y por la naturaleza de nuestros trabajos apenas podíamos compartir el desayuno”.

La lectura que el sociólogo Jara tiene frente a estos casos y las estadísticas del INEC es que el diario vivir de la población ha hecho que los padres de familia opten por soluciones rápidas, como la compra de almuerzos en restaurantes cercanos a sus lugares de trabajo, pues las distancias son un factor determinante a la hora de distribuir el tiempo diario.

Además de su separación, Gomescoello optó por cambiar de trabajo. Esto le permitió retomar otras actividades como la culminación de sus estudios en Comunicación Social y el restablecimiento de la relaciones con sus padres, abuelos, hermanos y sobrinos.

Pero no todos pueden optar por un cambio en su vida laboral para acercarse más a su familia. En el caso del médico familiar Guillermo Tarapuez, quien al regresar de Cuba tras obtener su título de cuarto nivel fue enviado a una comunidad de difícil acceso en la Amazonía, el tiempo con su familia se redujo. Su forma de compartir con su familia es a través de Skype (30 minutos semanales).

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