Desde un mirador de la parroquia Nayón, en el nororiente de Quito, se ve la cubierta vegetal de la quebrada Atunhuaycu. Es verde y aunque son pocos los árboles que florecen, el sitio se está recuperando de una ola de incendios forestales que azotó la zona en el 2012.
Hasta diciembre de ese año el Municipio capitalino sembró 500 000 árboles, a través de ‘megamingas’. En una de ellas participó Luis Llumiquinga, morador. Aunque no recuerda qué especie plantó y no volvió a saber de ella hasta el último jueves que visitó la zona. Allí recordó que algunos árboles eran el arrayán, salvia, arbustos, guaba, algarrobo…
La falta de control y monitoreo de las especies plantadas impide que la reforestación se cumpla con éxito. Así lo indica un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Ahí se dice que la sobrevivencia de las plantaciones en América del Sur suele ser baja, incluso menor al 20%.
¿La causa? Un inadecuado seguimiento. El documento subraya la necesidad de que las plantaciones a gran escala deben recibir al menos un año de mantenimiento. Precisamente eso es lo que busca el programa de recuperación forestal integral del Ministerio del Ambiente (MAE).
Cristián Terán, subsecretario de Patrimonio Natural, explicó que el objetivo es rescatar las especies nativas de los sitios en los que se ejecuta la siembra y que esas plantaciones reciban un monitoreo técnico.
Desde el 2008 hasta el 2012, en el país se sembraron cerca de 29 686 hectáreas, en el 2013 fueron 22 000 y la meta planteada entre el 2014 y el 2017 es de 500 000 hectáreas en el país.
Para el ingeniero forestal Lorenzo Trujillo, el problema de la reforestación es la falta de planificación y monitoreo. Por ello da algunas pautas. Asegura que la época apropiada para sembrar árboles es al inicio del temporal de lluvia, que va de la segunda quincena de junio hasta septiembre, puesto que hay humedad en el suelo, lo que garantiza el desarrollo de las plantas y facilita la siembra.
Cuando se habla de elegir especies adecuadas, por ejemplo, en los sectores de la Costa se debe tomar en cuenta los árboles que habitan ahí de manera natural, como el roble. Esta es una especie que se puede introducir hasta los 200 metros sobre el nivel del mar.
El tamaño del árbol también importa, por lo que es recomendable de 30 centímetros en adelante; en el caso de reforestar después de septiembre, es necesario aplicar riegos. Ahí es donde entra el monitoreo.
Llumiquinga camina por la pradera, ve que algunos árboles no crecieron y en la tierra solo hay muestras de los huecos que se hicieron para plantar. “Esas son las imágenes que se deben evitar”, sostiene Trujillo, quien participó hace tres semanas en la jornada de reforestación Sembrando Futuro. La iniciativa consistió en plantar de manera simultánea 22 000 árboles en cinco ciudades del país. Una de ellas fue Quito.
En el caso de la región, un estudio realizado por la Universidad de Palermo, Argentina, indicó que Costa Rica, Cuba, Chile y Uruguay son algunos de los buenos ejemplos de reforestación. Los expertos estudiaron la cobertura forestal de 16 050 municipios de 45 países de América Latina y el Caribe. También se dice que existe una pérdida de vegetación de cerca de 592 000 km cuadrados en el período 2001-2012.
Por otro lado, los in vestigadores observaron reforestación en aproximadamente 362 000 km cuadrados, en la región. En Ecuador se estima que hay cerca de 164 000 ha de bosques plantados. Esto frente a la tasa de deforestación anual que en el 2013 fue de 65 890 hectáreas. Los datos los da el MAE.
Terán coincide con Trujillo y asegura que las plantaciones en el país se hacen con estudios de suelo y un control mensual.
Haga clic aquí para ver la infografía.
[[OBJECT]]