Obra de la artista francesa Lise Chevalier en la que trabaja la pintura y la poesía. Foto: Diego Ortiz/ EL COMERCIO.
En las manos de un artista, el tiempo puede convertirse en un sujeto con vida propia; en un ser que tiene la potestad de ser juez y parte de una historia única plasmada en pintura, escultura o poesía. Y esta es la experiencia ante la cual se encuentra el espectador que recorre las salas de la exposición ‘La Red de la Vida: Todo está interconectado’, que reúne los trabajos de Lise Chevalier de Sète, Reinhard Stangl y Michael Arantes Mueller en torno a los viajes que hicieron Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland como parte de sus exploraciones por América entre 1799 y 1804.
Desde este jueves 12 de diciembre del 2019, los visitantes del Centro Cultural Metropolitano podrán conocer cómo se ha mantenido la influencia de estos exploradores en los dos últimos siglos. En conjunto, es un espacio para reflexionar que el trabajo del alemán y el francés, más allá de sus objetivos científicos, fue determinante para que los americanos decimonónicos abran sus ojos y miren la riqueza cultural, natural, histórica y social del continente.
En un primer momento, la obra de Stangl es un remezón visual. Su expresionismo alemán invita a recorrer la selva a través de cuadros cargados de color, trazos fuertes, imágenes que rememoran a esa selva indómita, desconocida y llena de seres fantásticos. En esta pieza, una paleta verde, azul y amarilla predomina cual si fuera un recorrido al interior de la Amazonía. Es una experiencia artística en torno a las posibilidades de viajar en el tiempo y plasmar aquello que vio Humboldt.
La travesía Humboldt-Bonpland se desarrolla también, en esta exposición, a través de la fotografía, la pintura, la escultura y la poesía de Chevalier. En sus obras predomina una geografía fantástica en la que animales, plantas y palabras conviven en un espacio único y diverso a la vez. “Estábamos perdidos en ese inmenso paraje donde reinaba la imaginación”, versa uno de sus textos; esto, a la vez, resume de buena manera esos encuentros que tiene la artista con la naturaleza y ciencia desarrolladas por los exploradores.
En un tercer momento, la exposición lleva al visitante a encontrarse con el sutil y potente trazo de Arantes Mueller, cuyas obras están cargadas de seres y paisaje oníricos que bien podrían haber aparecido en los sueños de los exploradores durante su viaje por América. Al mismo tiempo, él trabaja en esculturas en las que da una segunda vida a elementos como la madera.
En conjunto, estos tres artistas son una suerte de navegantes que acompañan, 200 años más tarde, a Humboldt y Bonpland por América. Pero a diferencia de ellos, su misión no es recopilar datos científicos; su intención es sacar a flote todos esos sentimientos, seres, colores, formas que posiblemente se construyeron en el imaginario de los exploradores.