Los exiliados políticos y el precio del poder

Exiliados ecuatorianos se reúnen en un buque en Paita, entre ellos Julio E. Moreno y Jacinto Jijón y Caamaño. Fotos: archivo

Exiliados ecuatorianos se reúnen en un buque en Paita, entre ellos Julio E. Moreno y Jacinto Jijón y Caamaño. Fotos: archivo

Exiliados ecuatorianos se reúnen en un buque en Paita, entre ellos Julio E. Moreno y Jacinto Jijón y Caamaño. Fotos: archivo

La lucha por el poder es dura. Tiene –entre otros– el riesgo de que la derrota traiga consigo el extrañamiento del país. Nuestra historia está llena de casos de jefes de Estado, ministros, políticos y hasta clérigos, que fueron forzados a dejar el Ecuador y a vivir en el exilio.

Lo más común ha sido que un gobierno (constitucional o dictatorial) mande fuera del país a sus adversarios. Pero también se han dado “autoexilios” de quienes querían escribir libremente o evitar ir presos por haber sido enjuiciados.

Para la mayoría, el exilio ha sido coyuntural por días, meses o cortos años. Los exiliados han vuelto lo más pronto que pudieron. Pero ha habido ecuatorianos, y no pocos, que tuvieron que vivir fuera largo tiempo sin poder volver. Incluso, hubo algunos que definitivamente se quedaron sin regresar jamás.

Fuera corto o largo el exilio ha sido amargo para quienes lo han sufrido. Es duro no solo vivir en tierras extrañas, ­casi siempre con pocos ingresos, lejos de los familiares y amigos, sino también no poder volver al país, aunque fuera de visita.

Desde el principio…

En la fundación del país hubo grandes ausentes. Una de las primeras personas autoexiliadas del naciente Ecuador fue Manuela Sáenz, la quiteña rebelde que por desafiar al status quo y a Vicente Rocafuerte, debió quedarse a vivir pobremente en Paita, hasta que ­murió en 1856.

El propio Libertador Simón Bolívar no escapó de ese destino. Iba al autoexilio en Europa cuando en 1830, año en que se fundó el Ecuador, le sorprendió la muerte en Santa Marta.

Durante su dominio de 15 años, Juan José Flores expulsó a varios opositores. En 1845 aceptó un exilio en Europa financiado con fondos públicos, pero no se resignó y trató de volver por la fuerza como mercenario español.

Aliado a García Moreno retornó en 1860. Murió aquí y fue enterrado como “padre de la Patria”. Pedro Moncayo, el principal periodista republicano, fue exilado varias veces en la oposición a Flores, fue primera figura de la política en los años cincuenta, pero cuando ganó García Moreno, fue a vivir a Chile. Allí escribió su historia del Ecuador, pero no volvieron ni sus huesos.

El escritor Juan Montalvo debió partir al exilio durante los gobiernos de Gabriel García Moreno e Ignacio de Veintemilla. Eloy Alfaro se exilió en Panamá tras ­participar en una ­fallida insurrección en contra de Gabriel García Moreno. José María Velasco Ibarra partía al exilio cada vez que dejaba de ser presidente. Vivió mas en Buenos Aires que en Quito.

La sombra del tirano

García Moreno gobernó con mano férrea. Persiguió y expulsó a periodistas, conspiradores, librepensadores y hasta curas que se le opusieron. Lo combatió con la pluma Juan Montalvo, que vivió fuera del país en sus años de dominio. Y también tuvo que autoexiliarse durante los gobiernos del ‘Mudo’ Veintemilla y de
los “progresistas” de “la argolla”. Sus extrañamientos fueron duros, pero productivos. En el exilio se convirtió en uno de los escritores más notables del continente.

Los revolucionarios liberales, con Eloy Alfaro a la cabeza, vivieron luchando desde el exterior y entrado al país para organizar las montoneras. En sus exilios se integraron a esa suerte de “internacional” radical que actuó en la época.

Luchas por el laicismo

La instauración del Estado Laico se dio en medio de enfrentamientos ideológicos y militares. Para conservar el poder, los liberales ahuyentaron o mandaron fuera del país a muchos líderes conservadores. El expresidente Caamaño murió en su exilio forzado en España. Otro exmandatario, Antonio Flores, se fue a vivir a Suiza y allí murió. Opositores como Antonio Vega y obispos extremistas como Massia y Schumacher sufrieron el extrañamiento.

Bajo el liberalismo plutocrático, líderes conservadores como Jacinto Jijón y Caamaño y Mariano Suárez Veintimilla fueron a parar al exilio. En los años treinta, el dictador Federico Páez (1936-1937) batió el récord de exilios y confinamientos de opositores de derecha e izquierda. En los cuarenta, Carlos Arroyo del Río, aún en medio de la guerra con Perú, hizo un gobierno autoritario. En 1944 impidió venir a la campaña electoral a Velasco Ibarra, candidato de oposición. Su régimen cayó por ‘La Gloriosa’, una masiva reacción popular.

El ‘Gran Ausente’

En 1933, el caudillo José María Velasco Ibarra llegó a la presidencia, como lo haría otras cuatro veces hasta los años setenta. Influyó en la política como Mandatario y también como ‘Gran Ausente’. Después que dejara el poder, una vez por haber concluido su mandato y cuatro por golpes de Estado, debía abandonar el país o se autoexiliaba. Vivió en ­Buenos Aires más tiempo que en Quito.

En 1926 se fundó el Partido Socialista. Desde entonces, socialistas y comunistas, trabajadores, maestros e intelectuales que lideraban las protestas fueron perseguidos y expatriados por los gobiernos liberales, a veces en acuerdo con los conservadores. Velasco Ibarra, al proclamarse dictador en 1946, expatrió masivamente a dirigentes de izquierda.

Las dictaduras

Con el advenimiento de las dictaduras de los años sesenta y setenta se reanudaron las expulsiones del país y los exilios de opositores, que sucedieron a suspensiones de las garantías, enjuiciamientos por tribunales especiales, censura de prensa, asaltos a las universidades y cierre de sindicatos.

Esos años, muchos dirigentes políticos y de las organizaciones laborales fueron enviados a Panamá, Lima o Paraguay. La gran mayoría volvió pronto, pero otros vivieron fuera largo tiempo.

Los ‘autoexilios judicializados’

Desde 1979, en que se inició la vigencia constitucional, sobre todo en los últimos años, se han dado casos de personas que se han autoexiliado por sentirse perseguidos por el gobierno.

Pero los casos más notables han sido los “autoexilios judicializados”. Varios expresidentes y políticos han debido salir del país para evitar ir a prisión por acusaciones de mal manejo de fondos públicos. Más allá de la veracidad de las acusaciones, los casos devinieron en políticos. El más prolongado ha sido el de Abdalá Bucaram, que en su segundo extrañamiento ya lleva dos décadas fuera del país. Alberto Dahik, una vez poderoso vicepresidente, vivió fuera trece años. Jamil Mahuad todavía está prófugo.

Pero hubo expresidentes como Fabián Alarcón y Lucio Gutiérrez, que prefirieron quedarse, afrontar los juicios e ir a prisión un tiempo. Gustavo Noboa volvió voluntariamente de un autoexilio en República Dominicana para enfrentar a la justicia politizada. Vivir forzadamente fuera del país es duro. Muchos prefieren estar presos aquí que “libres” en el exilio.

*Historiador, catedrático universitario, autor y editor de libros.

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