Redacción Sociedad
Cuando el año pasado terminó la secundaria en la Unidad Educativa Solidaridad, en el sur de Quito, las ofertas para que Juan Carlos Clavijo continúe con los estudios no faltaron. Representantes de las universidades Internacional, San Francisco de Quito, Católica y Salesiana se comunicaron con él para ofrecer becas.
El viernes volvió al centro para visitar a los ex profesores. Allí reconoció que el ser abanderado le valió para recibir estas propuestas. Este joven de 19 años tomó el pabellón nacional por su puntaje de 19,50.
La psicóloga Soledad Mejía dijo que el alumno que consigue esos objetivos tiene más posibilidades de triunfar en el futuro. Pero también hay abanderados que no lo lograron.
Para estimular la preparación de quienes portaron la bandera nacional, en este Gobierno se creó el programa Becas de estímulo al talento Benjamín Carrión. Desde 2007 hasta ahora se ha premiado a 13 770 alumnos de todo el país. El Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo y Becas (IECE) entrega a cada abanderado de primaria USD 600 y 1 000 a los de secundaria.
A su vez, en escuelas y colegios el seguimiento a estos alumnos es irregular. La rectora del Colegio Montúfar, Fanny Rodríguez, explica que sí lo hacen.
Al iniciar cada año lectivo, Orientación Vocacional y la Comisión de Experimentación entregan datos actualizados. Y se conoce que menos del 5% de sus alumnos (cada año egresan alrededor de 420) no siguieron con los estudios. “Pero muchos están en la Policía, FF.AA., universidad…”.
En el Montúfar Paúl Montalvo también fue abanderado hace 10 años por sus 19,85. Eso le sirvió para conseguir una beca en la Universidad San Francisco y se especializó en economía. Allí fue asistente de cátedra del ahora presidente Rafael Correa y siempre estuvo en los cuadros de honor. Con base en becas logradas por su alto rendimiento se especializó en EE.UU. y Alemania. En esas estadías aprendió cinco idiomas: inglés, alemán, francés, checo y chino.
Ahora es Director de Análisis del Ministerio de Coordinación de la Producción. Recordó que en la escuela Fernández Salvador también fue abanderado.
La rectora de la Unidad Educativa Solidaridad, Nelly Ramírez, sabe dónde están los ex abanderados. A más de Clavijo, Nataly Pucha, es otra de la abanderadas que egresó hace tres años.
Ahora es ayudante de la Secretaría en esta misma Unidad educativa y trabaja con los niños del centro en danza. En las noches estudia tecnología en turismo en la Universidad de las Américas.
Clavijo recuerda su experiencia en la universidad. “Por que fuimos abanderados nos tienen más respeto. Se supone que somos más inteligentes, pero todos tienen la misma capacidad, aunque hay que ser responsables”.
Quien no sabe dónde están los abanderados que pasaron por sus aulas es el rector (e) del Colegio Mejía, Carlos Calderón. “Este tema está abandonado, no hay un estadística al respecto”. En el Colegio Benalcázar, la Secretaría tiene una lista de quienes fueron abanderados.
Allí aparece Kenny Oñate. El año pasado obtuvo 19,57 sobre 20 y tomó la bandera tricolor. Por eso recibió ofertas de las universidades Central y San Francisco y prefirió la primera. De las 4 alternativas presentadas, Clavijo en cambio optó por la Universidad Internacional, donde estudia Biología Ambiental…
Punto de vista
Byron López/ Psicólogo
‘Las becas no son suficientes’
La capacidad académica de los alumnos se puede motivar con estímulos diversos. Uno de ellos pueden ser las becas y una institución que les facilite un ambiente adecuado para desarrollar la inteligencia.
Pero creo que este estímulo no es suficiente, se requiere de una entidad que posibilite el mayor desarrollo científico. La parte de la beca solo le sirve para gastos de estudio, materiales, económicos. Además, la educación debe ser selectiva no por clase social o económica sino selectiva por la capacidad. La beca es apenas un reconocimiento.
También es necesaria una orientación vocacional para aprovechar las aptitudes y actitudes de los abanderados. Yo lo fui en el Colegio Juan Montalvo (Quito) en 1965. En esa época no me dieron ningún apoyo.
Ingresé a la Universidad Central con los más altos puntajes. El Ministerio de Educación me ofreció un trabajo en Quito pero pasaron tres años y no cumplió.
Testimonio
Elizabeth Ramos/ Riobambeña, abanderada del Pabellón Nacional en 1998
‘Ser la mejor estudiante no garantizó nada’
Que un estudiante obtenga las mejores calificaciones en el colegio, que sea elegido abanderado, que se gradué con 20 sobre 20… no garantiza que esa persona tenga un futuro espectacular, que sea el mejor en todo o que tenga una exitosa carrera universitaria. Lo digo por experiencia propia. Tuve una bella libreta con excelentes notas.
Mis padres, emocionados, yo, super orgullosa y mis profesores, felices. Cuando me gradué salí con las ganas de comerme al mundo. Apliqué a la Escuela Politécnica Nacional para seguir una ingeniería.
Pasé las pruebas. Pero cuando empezaron las clases, simplemente no pude. La ‘U’ es otro ambiente, en la primera prueba saqué una mala nota. Para una persona que estaba acostumbrada a la carita feliz en los exámenes, esto es horrible. Bajó mi autoestima.
Seguían las malas notas. Y abandoné la carrera. Ahora estoy estudiando Relaciones Internacionales, nada que ver con la meta que tenía cuando me gradué de bachiller. Mis otras compañeras, que no eran tan buenas en el ‘cole’, en cambio, estaban bien. Y se graduaron. El tiempo pasa y uno se pregunta de qué sirve
lograr el primer lugar en notas en la escuela y en colegio.
Quizá es una forma de agradecer a los padres por su esfuerzo. Pero considero que los profesores me mimaron mucho, la orientadora vocacional me decía que era buena en todo. Eso ocasionó que viva en una burbuja. Sin conocer malas notas, sin recibir críticas de los maestros, mordí el polvo en la universidad. Fue duro cambiarme de carrera, cambiar de forma de pensar. Esto me hizo crecer como persona.
Cuando tenga hijos les diré que no se presionen por conseguir las notas más altas. En la vida hay otros valores más importantes. R. Sierra Centro