Uno de los guardianes que cuidan el Sumaco y que pertenece a las comunidades indígenas de la zona. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
La etnoprimatología es una de las disciplinas que ayudan a comprender las relaciones entre primates y humanos, para entender cómo ambos se comportan en ambientes naturales. Y esta área es la que sirvió a un grupo de investigadores del Reino Unido y de Ecuador para determinar cuál es el valor que dan a estos animales los miembros de una comunidad kichwa que habita en el Parque Nacional Sumaco.
Bajo el título ‘Conoce a tu mono’, este trabajo identificó cómo los kichwas entran en contacto con los primates de la zona (aulladores, perezosos, tamandúas, etc.). En base a esto, una de las primeras conclusiones es que, independientemente de la especie, todos son considerados monos. Con ello, el universo de comprensión de estos animales se reduce a una función meramente útil.
En el trabajo de campo con los indígenas y basándose en entrevistas a los miembros de la comunidad de San José de Payamino (cantón Loreto, provincia de Orellana), los datos revelan que los humanos miran a esta fauna como carne silvestre. Apenas una persona valora el aporte de los primates como animales que dispersan las semillas en la selva, lo cual, a su vez, es un factor clave para preservar la flora local.
Para analizar las valoraciones que los lugareños tienen de los primates, los investigadores mostraron imágenes de 22 especies de mamíferos que habitan en esta área. Siete eran efectivamente primates mientras que otros eran animales considerados como animales de compañía.
Paralelamente a la investigación, los científicos hallaron que el mono ardilla está considerado como una de las especies preferidas como mascota por los indígenas de San José de Payamino.
De los 28 entrevistados, al menos 10 retuvieron a uno de estos monos como mascota en el año pasado.
Positivamente, los datos dieron como resultado que la comunidad, al haber abandonado un estilo de vida como cazadores, ha logrado mantener una población alta de primates. En esto converge su cosmovisión ancestral, en la cual ellos se sienten conectados con el bosque.
De este modo, lo que se caza es lo que se necesita y no se desperdicia la carne ni se la intenta vender en otros poblados.
Para los investigadores, este estudio permitirá desarrollar nuevos modelos de planificación ambiental que tomen en cuenta las relaciones comunitarias con el entorno.