El invierno que se presentó en marzo de este año en el cantón Santa Rosa, de la provincia de El Oro, causó inundaciones y deslaves. Foto: Archivo EL COMERCIO
Las ciudades latinoamericanas deben prepararse para garantizar la seguridad de sus habitantes y la sostenibilidad económica ante los eventos naturales, cada vez más extremos debido al cambio climático, según un estudio publicado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
La investigación propone un total de nueve lecciones que puedan servir de referencia, para que los políticos de ciudades de todo el continente las apliquen: aprovechar las nuevas tecnologías para evaluar riesgos, renovar las infraestructuras, involucrar a los vecinos y planear las situaciones límite con antelación.
A través de seis casos concretos en localidades de Colombia, Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina, el CAF apuntó distintas problemáticas y enfoques de abordaje institucional ante el manejo de la resiliencia.
El informe, realizado en conjunto con el Observatorio para América Latina de la universidad estadounidense The New School, determinó que las amenazas eran estacionales y bastante predecibles en el pasado, como los períodos tradicionales de sequías y lluvias, pero que en la actualidad se vuelven cada vez más impredecibles.
Según el vicepresidente de Desarrollo Sostenible del CAF, Julián Suárez Migliozzi, es necesario diseñar estrategias integrales y modelos de intervención que permitan abordar la gestión de riesgos desde múltiples niveles de gobierno.
Para él, uno de los puntos principales es el ámbito urbano, ya que el rol de la gestión local es un elemento fundamental para que las ciudades enfrenten mejor los embates meteorológicos causados por el cambio climático.
Migliozzi apuesta por establecer “medidas intersectoriales consecuentes”, para complementar las políticas de prevención de riesgos.
Las inundaciones en la provincia de Esmeraldas en este 2019 llegaron hasta las islas Vargas Torres. Foto: Archivo EL COMERCIO
Las ciudades analizadas en la publicación fueron Manizales (Colombia), La Paz (Bolivia), Cuenca (Ecuador), Cubatao (Brasil), Santa Fe y Pilar (Argentina). Se extrajeron nueve focos de acción a raíz de las experiencias en aquellas localidades.
En primer lugar recomiendan aprovechar las nuevas tecnologías para evaluar riesgos, ya que contar con estudios científicos puede permitir establecer estándares de seguridad en zonas de riesgo.
Aconsejan que el mapeo de las zonas vulnerables y sus particularidades ayudará a un mayor entendimiento del riesgo. Solicitan que las ciudades formen redes de intercambio de experiencias respecto de los desastres naturales vividos, para mejorar las actuaciones en próximas ocasiones.
En Ecuador, seis provincias fueron declaradas en alerta naranja en la tercera semana de marzo de este año, debido al invierno. Según la Secretaría de Gestión de Riesgos, se registraron cerca de 20 000 personas afectadas.
Otra de las acciones recomendadas es planificar para la incertidumbre, es decir, preparar estrategias de gestión de riesgo para tener un mecanismo de acción cuando sucedan.
La investigación miró hacia las infraestructuras de las ciudades, algunas en malas condiciones, y avisó que “se requiere un constante control de calidad y mantenimiento”, algo que si se ignora agravará los riesgos naturales. Sugirieren que se involucre a los vecinos junto al gobierno local para lograr una conversación integral sobre el manejo de riesgos.
El uso de los sistemas de alerta temprana para salvar vidas deben ser estrictos a la hora de conformar estrategias e ir más allá de los límites de la ciudad en el control de riesgos, porque “los límites ecológicos no obedecen a jurisdicciones administrativas”, finalizan.