El autor realizó una investigación de más de 30 años, en la que recopiló documentos sonoros y partituras. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.
Una recopilación de coplas, versos y cantos, acompañados por sus partituras para guitarra, forman parte del libro ‘Cantos montoneros y chapulos. Semántica de la canción alfarista’, de Juan Mullo Sandoval, en el que el autor reúne la cultura musical montuvia relacionada con la política de Eloy Alfaro.
“(Los cantos) provienen de un proceso político donde se constituía este sector social, esta cultura, como parte de una lucha revolucionaria, insurgente y marginal”, dice el etnomusicólogo.
Según su investigación, que se inició en la década de los 80, los campesinos del Litoral se identificaron con el proceso político de Eloy Alfaro, lo que los llevó a cantar una realidad. “Esa identidad en el proceso liberal-radical tiene que ver, en la misma época, con la Revolución Mexicana. Hay una conexión entre esas dos revoluciones y aparece el canto revolucionario, montonero, alfarista (…) Comienza sonoramente a ubicarse en la ranchera, en el corrido y, más tarde, en el pasacalle”.
Mullo Sandoval presentó este texto con la Universidad Andina Simón Bolívar, y en él completa 159 páginas con coplas y sus autores, algunos anónimos, pero todos relacionados con la insurgencia, con letras que hablan sobre las obras sociales de Eloy Alfaro, bajo una narrativa campesina.
Además de los cantos y versos, el autor describe las danzas que se originaron a partir de estas creaciones. Eran bailes que rompían con los esquemas impuestos. “Estos cuerpos bailando en los campamentos rompieron con el esquema colonial que era impuesto en el clero. (Los montuvios) tenían bailes de pareja más cercanos, irreverentes con el modelo educativo, la época y el baile burgués y aristócrata”.
Mientras que el modelo burgués planteaba bailes de rueda, en donde hombres y mujeres participaban entre sí a manera de juego, el baile campesino, al ritmo del pasacalle, involucraba danzas cuerpo a cuerpo.
La investigación de Mullo Sandoval, que lleva más de 30 años, se inició cuando trabajó con la banda sonora de un cortometraje de Camilo Luzuriaga en los 80. “Teníamos un grupo de música y de investigación, y viajamos a la zona de Montecristi, donde nos pusimos en contacto con unos ancianos amorfineros. Grabé mi primer registro de este canto y, desde entonces, vengo recopilando una serie de registros”.
Su motivación fue que no hay una investigación etnomusicológica o de antropología sonora sobre las culturas montuvias. “Se ha exotizado y está folclorizado, pero se desconocían los vínculos alfaristas”.