Al estrés se lo derrota en el hogar

Quienes ya pasamos de los 50 recordamos con claridad que en nuestra juventud -y hasta madurez- las funciones hogareñas todavía estaban marcadas con tiralíneas. Los hombres se dedicaban a sus actividades propias, y las mujeres a las suyas: es decir a cocinar, arreglar la casa, atender a los niños, ayudarles a realizar los deberes y tareas...

Observar a un hombre canturreando feliz en medio de aliños, salsas y cacerolas era un espectáculo de lo más raro y se prestaba para toda clase de conjeturas.

También despertaban suspicacias quienes ocupaban –o perdían- su tiempo libre sembrando bulbos y semillas o podando sus plantas, sin que sean jubilados .

Y qué decir de aquellos que se daban a la tarea de componer todos sus trastos viejos o de poner su firma en sus propias ‘invenciones’. Estos excéntricos eran tildados de avaros a ultranza o, cuando menos, unos ilusos que tenían una tuerca floja.

Cómo cambian los tiempos. Esas mismas tareas antes vistas con el rabo del ojo por los varones, ahora son buscadas cada día con mayor asiduidad. ¿Por qué? Porque los psicólogos, sociólogos y otros especialistas descubrieron que estas prácticas son las mejores herramientas para librarse del estrés, el mal de la generación tecnológica.

Perder el tiempo en preparar una nueva receta aprendida por Internet o en algunos canales de cable, pegar una pata rota de una mesa o regar periódicamente las buganvillas o los geranios es ganar años y salud. Además, las puede realizar en sus tiempos libres, sin ningún apuro, un fin de semana.

Así es que, no queda de otra: hay que comprar un buen libro de cocina o una superguía de ‘hágalo usted mismo’ o un manual para sembrar rosas y ponerse manos a la obra.

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