Temblores con magnitudes de entre 3 y 4.9 grados y que siguen ocurriendo desde julio no se relacionan con el sismo del 16 de abril. Foto: Vicente Costales
Julio del 2016 empezó con un nuevo conjunto de sismos que aparecieron en forma de enjambres (serie de temblores con magnitudes similares, que ocurren durante minutos o días) que sucedieron a 15 km al este de Esmeraldas. Desde el 5 hasta el 19 de este mes se han registrado 30 movimientos telúricos entre 3 y 4.9 grados de magnitud. “Es la primera vez que se observa un enjambre en esta zona”, dice Hugo Yepes, investigador del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IG-EPN).
Después de un análisis más exhaustivo, la institución determinó que este conjunto de sismos no son réplicas del pasado terremoto del 16 de abril, pues no se ubican dentro de la misma zona de fractura; aunque, sí están relacionados. La fuerza que liberó el terremoto de 7.8 grados activó una falla superficial cerca de la ciudad de Esmeraldas, la cual no pertenece a la interfaz de las dos placas (la de Nazca y la Continental) que causó el movimiento telúrico que afectó a miles de personas en la Costa.
“Cuando ocurre un sismo es como estirar una tela”, dice Yepes, mientras separa sus manos y las extiende hacia los dos lados. La tela se desgarra de la misma forma que la tierra se fractura con la fuerza de un terremoto. El esfuerzo liberado se trasmite fácilmente a lo largo de la corteza terrestre. “Las fuerzas que se generaron durante el último terremoto son tan importantes y tan fuertes, que pudimos ver deformaciones en el Oriente”, asegura Alexandra Alvarado, directora del IG-EPN.
Durante algún tiempo, la falla en Esmeraldas acumuló energía por la fricción de dos placas que se mueven horizontalmente en direcciones opuestas y que permanecían bloqueadas por algún material difícil de romper. Cuando se liberó la energía del sismo principal, esta actuó como un empujón para quebrar el bloqueo. El resultado son pequeños sismos consecutivos en una misma zona, durante un período de semanas que puede extenderse a varios meses. “No es una falla gigante, por eso las magnitudes de los sismos no son muy grandes. Luego de un tiempo va a liberar toda la energía que acumuló y se va a tranquilizar”, dice Alvarado.
Para entender la diferencia entre una réplica y un nuevo sismo hay que regresar a la analogía del trozo de tela. Cuando el tejido se encuentra con una sutura, este deja de romperse, a menos que haya la suficiente fuerza para quebrar el nudo de hilos. Lo mismo ocurre cuando la energía del sismo se encuentra con un lugar difícil de romper. Así se crea una zona de fractura limitada por dos barreras, donde ocurren las réplicas.
En el caso del sismo de abril, se fracturó una zona de 140 km a lo largo de la Costa –aproximadamente, de Quingüe a Canoa– y 80 km de ancho. Los sismos registrados dentro de esta área, después del terremoto del 16 de abril y de menor magnitud, son considerados una réplica, explica Yepes.
En general, la tierra se está reacomodando para alcanzar un nuevo equilibrio tras el temblor. El segmento que se fracturó ya liberó su energía, sin embargo, hay otras zonas que siguen bloqueadas, acumulan energía y serán las próximas en romperse.