La gente se desplaza en lancha en el manglar de la parroquia Bolívar. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Sobre una embarcación de fibra de vidrio, dos hombres pescan corvinas y robalos en la margen izquierda de la reserva de manglar, en la parroquia Bolívar, cantón Muisne, sur de la provincia de Esmeraldas.
Con cuatro tiras de nailon, que salen desde ambos bordes del navío, los pescadores artesanales esperan pacientes que los peces muerdan el anzuelo, mientras conversan sobre sus faenas diarias en toda la ría.
Armando Cheme y Pedro Jama pescan desde hace 30 años dentro de la reserva de 410 hectáreas de manglar, que está bajo el cuidado de la comunidad, dedicada a capturar cangrejos y a extraer conchas, churos y ostiones.
Cheme explica que las corvinas nadan hasta el manglar para alimentarse de las algas. Entonces ellos aprovechan para capturarlas con anzuelos cuando sube la marea. Bolívar es una isla que está separada del continente por el estero que lleva el mismo nombre. Los habitantes afros y montuvios que ahí viven se dedican a la pesca artesanal, así como a la extracción de moluscos para su alimentación.
Unas 200 concheras bajan al manglar, incluso los domingos, y sacan unas 8 000 conchas al día, cuando hay demanda; se vende hasta en USD 10 el ciento de moluscos. Frente al manglar hay un pequeño puerto en el que reposan las canoas. Hasta allí acuden mujeres provistas de botas, guantes, sombreros y camisas mangas largas, para tomar sus canoas y bogar hasta el manglar.
Las concheras navegan por las llamadas caletas y, después de bogar diez minutos, anclan sus barcas para caminar por encima de las ramas y del barro del manglar, hasta introducir sus manos en la raíces del mangle para obtener la anhelada concha.
Los habitantes de Bolívar se han organizado en dos asociaciones (Asociación de Concheras Virgen de Las Lajas y la Asociación de Servicios Turísticos Manglares de Bolívar) para potenciar la reserva.
Santa Cagua y Tania Bone, de 68 años cada una, pese a su edad, aún acuden al manglar para enseñar a los turistas cómo se extraen ancestralmente las conchas y los cangrejos, sin el uso de guantes, sino con las manos descubiertas.
Desde los balcones de sus casas construidas con caña guadúa se observan el manglar y el desfile náutico de embarcaciones, con turistas extranjeros que recorren la ría. Dilma Chila, presidenta de la Asociación de Servicio Turísticos Manglares de Bolívar, conformada legalmente en el año 2015, explica que a través de la organización, ofrecen alimentación a los turistas y recorrido por el manglar.
Las mujeres preparan el plato típico denominado Sabor de mi manglar, que contiene encocado de concha, cebiche de concha y la concha zanjara -conocida también como pata de mula- que se degusta asada.
Las 25 mujeres afros que integran la asociación preparan platos con chorgas, churos, almejas y ostiones (todos son moluscos), que se extraen del manglar, actividad que se observa mientras se navega.
La organización ofrece recorridos por el manglar, que incluye la isla Esmeraldas, Júpiter hasta la punta de la comunidad de Portete, en Muisne. El recorrido en lancha tiene un contenido cultural, puesto que los guías nativos hablan sobre el arribo de Alonso de Illescas a isla de Portete, tras encallar el barco en que viajaba en esa población.
Los guías son nativos de la comunidad, y explican la historia del pueblo y cómo se enfrentaron a las camaroneras desde los años 80, cuando se deforestaron unas 18 000 hectáreas de manglar en todo el cantón Muisne.
Actualmente, existen 12 camaroneras alrededor de la reserva de manglar de Bolívar, que ocupan unas 1 000 de las 8 000 hectáreas dedicadas a esa actividad, en el cantón Muisne. “Luchamos para que las camaroneras no sigan afectando a las especies bioacuáticas que se reproducen en el manglar”, dice el presidente de Bolívar, David Chila. Los isleños de Bolívar han reforestado 20 hectáreas en La Chamba, mientras que en Casa Vieja, 50 hectáreas más de manglar.