A Antonio M., de 17 años, le dicen “Cholo boys”. Ese apodo le pusieron en su colegio hace cinco años por ser hijo de migrante. Al inicio le incomodaba y hasta se peleó con sus compañeros, pero con el paso del tiempo se acostumbró.
En diciembre del 2000, su padre viajó a EE.UU. Antonio y su madre vivían en la parroquia Gapal, al noreste de Cuenca. Su madre era su fortaleza hasta que en el 2004 también emigró.
Este cuencano asumió el cuidado de dos hermanos menores. Al igual que a otros hijos de emigrantes no le gustan los apodos. Incluso, en varios centros educativos, esa condición es sinónimo de rebeldía, niño problema, baja autoestima, malas calificaciones’.
Para el psicólogo educativo Wilson García, del Centro de Diagnóstico y Orientación Psicopedagógico (Cedops), esos calificativos emitidos por compañeros y varios profesores se evidencia más en los estudiantes de nivel medio.
“Los niños mayores de 10 años desarrollan un sentido del humor más sofisticado. Gozan contando chistes, haciendo bromas y burlándose de los más débiles, sobre todo de quienes evidencian una baja autoestima”, dice García.
En planteles privados hay casos en que el joven es discriminado porque es de un estrato social bajo. Eso ocurre pese a que sus padres paguen la pensión. Antonio cancela USD 180 al mes.
Él tiene hasta un vehículo, pero no es visto como un verdadero amigo. “No hay una amistad sincera, como ocurre con en mi barrio”. Cree que ese prejuicio se origina en los padres de sus compañeros que son de clase alta.
Según Antonio, sus compañeros le buscan cuando quieren que les lleve en su vehículo o les compre algo y hasta para que sus padres donen algo (golosinas) en fechas especiales. “Pero cuando pedía un favor, no valía nada”.
Otro caso es el de Cristina Montero, de 15 años, quien estudia en la Unidad Educativa Porvenir (particular), desde octubre pasado. El año lectivo anterior estuvo en otro plantel donde se sentía un poco relegada por ser hija de emigrante. “Se notaba en las actitudes de ciertos compañeros”.
García señala que en los planteles públicos la situación es diferente. Los hijos de emigrantes tienen un mejor estatus porque tienen más dinero, vehículos, tecnología’ que sus padres les dan en recompensa de su ausencia.
Para la psicóloga Sara Córdova, de la escuela Miguel Ángel Estrella de Cuenca, esos jóvenes tienen dinero y no ponen reparos en compartir. Allí se presenta una dualidad entre el alumno que tiene poder económico y quien vive limitadamente. Por eso, en el imaginario de los últimos está que los hijos de emigrantes son buenos.
Según García, algunos calificativos para los hijos de emigrantes están relacionados con factores socioculturales (dónde vive, de qué familia proviene, la educación’). El Cedops realizó una investigación con alumnos de varios planteles que reciben apoyo académico y psicológico.
Según García, la emigración no es un factor predominante para el bajo rendimiento académico, sino la falta de estimulación en los primeros años de vida. “Estos problemas se presentan en cualquier joven tenga a no a sus padres”.
El psicólogo clínico Raúl Quirola recomienda no separar al estudiante hijo de emigrante del que tiene a sus padres en el país. “Allí empieza la estigmatización”.
Lucía Jiménez, maestra de un colegio cuencano, comparte ese criterio. Recuerda que en una ocasión otra profesora pidió a los niños de cuarto de básica que pinten a su familia. Un niño le dijo que sus padres no vivían con él y ella le contestó que haga un paisaje. “Esa reacción generó comentarios, compasión del resto”.
Antonio y Cristina asimilaron esa realidad y aseguran que ya no les afecta si se enfrentan a prejuicios. “Un día, cuando retornen mis padres dejaré de ser el hijo de emigrante, pero mi apodo no se borrará porque quedó gravado en todos los que me conocen”.
Por el alto índice migratorio en Cuenca, varios planteles tienen programas. En unos casos solo para hijos de emigrantes y en otros para el colectivo que enfrenta problemas familiares, pedagógicos, emocionales…
En la Unidad Educativa Porvenir hay un Departamento de Orientación Vocacional que realiza talleres permanentes sobre la emigración. De los 181 estudiantes, el 20% es hijo de emigrantes.
En cambio, en la escuela Ciudad de Cuenca se aborda este tema ayudándoles a las niñas para consolidar la autoestima y fortalecer su relación con el resto de compañeros.
Tampoco se individualizan los casos para evitar lástima. Su directora, Carmita Maruri, cree que los padres también deben preparar a sus hijos sobre la separación con la ayuda de un especialista.
A tener en cuenta
Los maestros deben abordar los procesos migratorios de forma transversal, en todas las asignaturas (historia, geografía, cultura física…) como un fenómeno que estuvo presente siempre en la sociedad, pero sin poner como ejemplo a los estudiantes.
La escuela debe ser un espacio de valorización de la diversidad. Incluir a todos los estudiantes, por igual, en cualquier proceso de aprendizaje, actividades, tareas…
Cuando ambos padres emigran, es importante que los hijos reciban apoyo de profesionales para fortalecer el aprendizaje (tareas) y la relación afectiva con su nueva familia cuidadora.
La segmentación genera violencia, rechazo y discriminación hacia el hijo del emigrante. Hay casos que prefieren no ir a las escuelas por miedo.