El escritor argentino Ricardo Piglia fue primero un gran lector

El escritor argentino, un indispensable de la lengua española, falleció el pasado 6 de enero, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica. Foto: AFP.

El escritor argentino, un indispensable de la lengua española, falleció el pasado 6 de enero, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica. Foto: AFP.

El escritor argentino, un indispensable de la lengua española, falleció el pasado 6 de enero, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica. Foto: AFP.

En abril del 2008, antes de la Feria del Libro de Buenos Aires, el escritor Ricardo Piglia, recordó una foto en que se veía a Roberto Arlt –el otro gran escritor argentino, contemporáneo de Jorge Luis Borges– caminando por la avenida Corrientes mientras leía. Esa era, para él, la imagen de un lector.

La lectura fue una de sus grandes preocupaciones: el cómo se lee en estos tiempos tecnológicos y cómo se reacomoda la literatura, más allá de la discusión de si va a existir o no el formato libro, sustituido por el formato electrónico. Y decía que le importaban más los lectores de vanguardia que los escritores de vanguardia.

Es la lectura una forma de escritura y viceversa. Piglia hace ficción desde la literatura. En ‘Respiración Artificial’, su primera novela, o en sus últimos libros, ‘Los Diarios de Emilio Renzi’ I y II (cuya tercera parte circulará este año), hay una constante travesía por los libros y cómo actúan sobre el lector, cómo sus elementos son funcionales para otro relato y cómo se discute con lo que se está leyendo. “A Renzi (su álter ego) solo le interesa la literatura, habla siempre con citas, vive literariamente”, dice Piglia en una entrevista publicada de 1989.

En ese punto, Piglia sigue la tradición argentina que comienza con Domingo Faustino Sarmiento y que continúan Borges y Arlt: las tensiones entre la realidad-ficción, biblioteca-mundo. En el fondo subyace la mayor de todas las disyuntivas argentinas: civilización y barbarie (finalmente, el ‘Facundo’ de Sarmiento es la obra sobre la que se asienta la argentinidad).

Con sus lecturas, Piglia irrumpió en la crítica argentina de los años 60: las relaciones entre Borges y Arlt, contemporáneos ambos, como paralelos que se cruzan. Aquel posee todo, representado en una biblioteca –la de su padre- de la que no salió jamás; éste, en cambio, carece de todo: en ‘El juguete rabioso’, de Arlt, se planea el robo a una biblioteca de escuela, el acto más transgresivo de acceso a la cultura, para Piglia.

Borges, dirá Emilio Renzi en ‘Respiración artificial’, es el escritor que cierra la literatura del siglo XIX; Arlt será el que abra el camino de la contemporánea y el escritor profético de Argentina. Borges, además, desprecia la inmigración; Arlt, en cambio, reformuló el lenguaje que se usaba luego del desembarco europeo de fines del siglo XIX.

Y para Piglia, se trataba de escribir para saber de qué se trata escribir. “En eso (solo en eso) ya era un escritor”, dijo en ‘El laboratorio de la escritura’. La polémica entre el escribir y el pensar la escritura/lectura es lo que abunda en Los diarios de Emilio Renzi. “De algún modo el error central de los narradores argentinos se detecta en sus metáforas ‘tremendas’ y falsamente literarias. Dan siempre una definición de cada situación, es decir, siempre definen y le dan un sentido a las acciones de los personajes mientras suceden”.

Emilio Renzi aparece por primera vez en el cuento La Invasión (1967) y luego se consolida en el gran aporte de Piglia a la divulgación de la literatura policial en Latinoamérica: la colección Serie Negra. En el primer volumen, que es una antología de cuentos de Raymond Chandler, Dashiell Hammet, entre otros, Piglia aparece como director de la colección, pero el autor de las notas introductorias es Emilio Renzi.

Volcado a la literatura policial desde finales de los años 60, la colección fue el aporte para que se pudiera “discutir la tradición del realismo social”, hacer una literatura sin que tuviera que recurrir a la política como se hacía en Argentina. En ese sentido, Piglia también proviene de otra tradición, la que constituyó el gran Macedonio Fernández y que heredan Borges, Arlt y Leopoldo Marechal. Y luego Cortázar, Saer. Y Piglia, obviamente.

En su conferencia Ficción y política en la literatura argentina (1987), Piglia afirma que Fernández “encarna antes que nadie (y en secreto) la autonomía plena de la ficción en la literatura argentina (…) ese libro interminable anuncia la novela futura, la ficción por venir”.

En Argentina se está hablando de cómo vivir en un mundo sin Piglia. Quedará como uno de los grandes escritores argentinos de los últimos tiempos, aunque no le interesaba el canon; despreciaba su debate. Con varios premios a cuestas, entre ellos el Formentor, en el 2015. Dos años antes, se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica. Igual escribió con fervor hasta que el año pasado, en una entrevista en El País, admitió que ya no podía hacerlo. De ese fervor quedarán como obras póstumas una novela, la tercera parte de los Diarios y un ensayo sobre Juan Carlos Onetti.

Umberto Eco decía que un gran escritor es aquel que modifica las formas de leer. No sabemos si eso fue lo que finalmente consiguió Ricardo Emilio Piglia Renzi. Pero esa fue su búsqueda.

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