El término pop lírico sirve para cobijar a cantantes de escuela académica que con esa técnica ingresan al mundo del pop. Los más frescos de esa cosecha pueden ser los italianos Il Volo, reserva de viñedo que está en funcionamiento comercial desde que los tres tenores -Domingo, Carreras y Pavarotti- coquetearan juntos o por separado con el pop en los 90.
Por ahí se puede entender mejor de donde viene el ecuatoriano Paúl Villavicencio, un intérprete que en su disco ‘Tradición Evolución’ trató de compaginar ambos mundos -aquel de la escuela de canto lírico que en el fondo gusta de lo vernáculo-.
Sin embargo, la selección del repertorio del primer tomo (‘Tradición’) carece de cohesión y pese al gran despliegue técnico del vocalista y del pianista, resulta difícil reconocer un aporte más allá del interpretativo en temas tan recurrentes como disímiles (el bolero No sé tú, el tango Volver o el estándar de jazz What A Wonderful World, etc.).
El Villavicencio más impactante está en los temas de escuela (Granada, Nina o Core ‘ngrato); ahí refleja comodidad incluso en las notas más arriesgadas. Pero la placa no es de ópera; hay de todo y eso al final puede diluir el concepto que continúa con ‘Evolución’, el segundo tomo. Aquí se empuja al artista a transformar su estilo vocal en nombre del pop adulto contemporáneo.
En esos cinco temas, las luces son la prolija instrumentación del ensamble, la sobriedad de la producción y la incursión del intérprete en la autoría de la letra de dos de esas canciones. Una, Luna mía, junto con el sencillo En la multitud, parece ser el norte que el cantante deberá desarrollar de continuar por el sendero del pop.
La madera está; solo resta esculpir a futuro un disco de Villavicencio con un repertorio más enfocado en cuanto a género; uno en el que las canciones no coarten su potencial.