Se habla de censura, de salidas del aire, de estrictas calificaciones por edades. Lo más actual: los menores de 12 años no podrán ingresar al show de Paul McCartney.
La decisión podría argumentarse como precaución de seguridad, por lo demás, un aspecto que debe ser garantizado por las empresas responsables del espectáculo.
Por principio, estas calificaciones por edad son recomendaciones que apelan a una estrategia democrática para guiar a los padres sobre el acceso de sus hijos a diferentes contenidos. Una recomendación que posibilite la reflexión y la toma de decisiones, no una prohibición que reprima cualquier intento educativo.
La ordenanza municipal y el Código de la Niñez definen el marco legal de estas acciones, mas… ¿quién revisa los modos y argumentos de su aplicación? Paradójico, pues dentro de esas mismas regulaciones también se protege el derecho de los menores a la vida cultural, a su libre participación.
Mientras se siga confiando en el criterio -o la subjetividad- de adecuado o inconveniente desde la mirada de la ‘autoridad competente’, el Estado paternalista – censor y vigilante de la moral pública- acrecentará, o impondrá, su incidencia en la construcción de pensamiento.
Recién -con el caso de ‘Feriado’- se evidenciaron las falencias del sistema de calificación del Municipio de Quito sobre las películas. Los parámetros desactualizados y anacrónicos solo muestran una falta de respeto para con las audiencias. Pasa con la música y con el cine, pasó con las corridas de toros.
¿Por qué los sonidos de ‘Macca’ son para mayores de 12 años? ¿Qué peligroso mensaje cargan esas canciones de paz y amor para más de una generación, esas que cambiaron la música contemporánea ? ¿Qué atentado a la integridad comete un ícono cultural? Nelson Reascos habla de una “inquisición laica” y con cada imposición sobre el comportamiento de los ciudadanos no se puede negar tal condición. Las decisiones ya no son nuestras.