La belleza, en términos perceptivos, va de la mano con aquello que nos deleita. Si el certamen de Miss Ecuador -como todo concurso de bellleza- se apunta en esa línea o no, es cuestionable; pero esta noche nuevamente el rito mediático y social se repite. Desde las 19:00, en el Centro Cívico de Guayaquil.
Se podría pensar que la calificación de Constanza Báez como segunda finalista en el Miss Universo 2013 hubiere modificado y elevado los criterios de evaluación para la mujer que hoy se coronará como Miss Ecuador. Sin embargo, la organización local ha dicho que los retos del certamen 2014 son “los mismos de siempre”. Lo cual es una reacción acorde a la naturaleza de un país donde parece que, a pesar de las posibilidades, nada cambia; como si el ‘gatopardismo’ se aplicase, inclusive, a la frivolidad de los concursos de belleza.
Pero la posición alcanzada por Báez en el certamen internacional del año pasado sí plantea un nuevo escenario. Uno que, de no reconocerse, echaría las de perder, paradójicamente, a la candidata que resulte electa esta noche.
En noviembre pasado, la opinión pública de Ecuador se volcó a las redes sociales y su gente a las calles para felicitar a “la tercera mujer más bella del planeta”. Será que esta vez se comprende otro paso de un proceso, o todo lo realizado se resume según la lógica del mejor esfuerzo, de las ganas de una organización, de los sueños de una candidata.
Habrá que ver. Finalmente se trata de un concurso de belleza, una de las instancias más criticadas en la contemporaneidad.
Este acto -costumbre occidental de elegir reinas simbólicas para representar las cualidades de la nación o ideas abstractas- es visto dentro de las lógicas del ocio, el consumo y la complacencia. Es un adyuvante de la ‘tiranía’ del culto a la belleza, de la explotación comercial del físico femenino, de la inutilidad de su existencia. Es la singularidad de la belleza frente a la industrialización de la misma, y estamos en ese proceso.