Como en los viejos tiempos, para ser exactos como hace ocho años, las hermanas Naranjo Vargas volvieron a cantar el viernes en la noche, en una velada llena de música y nostalgia.
En el Centro de Convenciones El Rejón, en el norte de Quito, Rosita se reencontró en el escenario con su hermana Pepita, tras regresar al país y abandonar Los Ángeles, Estados Unidos, adonde viajó en el 2002 junto con su esposo.
A suelo estadounidense llegó “obligada”, pues su esposo se quedó sin trabajó en Ecuador y en aquel país encontró una oportunidad para “sacar adelante a la familia”, contó Rosita, mientras dejó escapar un suspiro y un par de lágrimas.
Mudarse a vivir a otro país paralizó la carrera artística de Rosita, quien solo cantaba en shows para colonias de migrantes ecuatorianos, cuando su hermana viajaba a Los Ángeles para visitarla. “Esos ocho años fueron muy duros para mí. Extrañaba tanto a mi hermana”, contó Rosita, la hermana mayor.
Pepita, por su parte, incursionó en el mundo de la música como solista. No fue sencillo, pues en esos ocho años debió lidiar con las constantes preguntas de su público sobre el paradero de su hermana.
En la velada del viernes brindaron un espectáculo de una hora y allí anunciaron a su público, que llenó el escenario, que hay “Hermanas Naranjo Vargas para largo y para no separarse nunca más”.
El concierto se inició a las 20:00, con la presentación de la Orquesta bailable Cumbiancheros y del Trío Colonial, que actuó por una hora.