Para construir las historias que hacen ‘Cuatro vidas y un destino’, su realizador retoma un proverbio chino que presenta a la felicidad, el placer, la tristeza y el amor como los pilares que sostienen la vida.
Un monótono empleado de banco, un gángster con premoniciones, una estrella pop en crecimiento y un doctor enamorado protagonizan esas historias.
Cada uno se construye como una alegoría que representa una emoción o un sentimiento. Este es un recurso de los autos sacramentales, (piezas teatrales españolas del siglo XVII), que trataban un tema religioso o filosófico.
La línea de pensamiento y la narración del filme se representan a través del ciclo vital de la mariposa, un animal recurrente en sus imágenes. Cada personaje está encerrado en algún tipo de prisión (capullo): la falsedad del espectáculo, una vida rutinaria, un don incomprendido…
Desde la variación en la fotografía, los personajes recuerdan un momento definitorio de su pasado (oruga): la muerte de un ser querido, un amor truncado…
Y todos ellos consiguen su liberación (mariposa), sea en la muerte o instantes antes de ella.
El dinero y la incapacidad para comunicar y sentir se cruzan en desarrollo de los personajes. Ellos se conectan a través de un quinto ser, el mafioso Dedos, el titiritero que maneja, desde el poder y la violencia, las vidas de quienes se encuentran con él.
El ritmo del filme se mantiene a través de la manipulación temporal y los cortes en la edición. Estos recursos consiguen estructurar una trama circular, pero que falla en la conexión de sus historias, pues sus hilos se tensan demasiado y eso pone en riesgo su verosimilitud. Una suma agobiante de conflictos, romance y persecuciones dibujan el camino de salida para tanto drama.