La imagen de Los Beatles cantando en una terraza quedó grabada en millones de personas. Siguiendo ese ejemplo, la banda quiteña de metal Fequborefesto se cansó de los regaños de sus vecinos y un día subieron a la terraza de su condominio. Cantaron a todo pulmón sus temas guturales, con solos de guitarra bastante fuertes.
Ellos no recibieron aplausos como ‘Los Escarabajos de Liverpool’, más bien fueron regañados. Esta banda ha tenido que mudarse tres veces para ensayar con tranquilidad. Ahora, los integrantes se reúnen en la casa del bajista ‘Gabo’. El sonido metalero traspasa las paredes de un cuarto. Aquí, les ha ido mejor, incluso han conseguido fans en el barrio. Un día se fijaron que unos jóvenes se habían reunido en el condominio de al lado y habían improvisado una fiesta, al son de su música.
Mientras Sofía Álvarez lava ropa en la terraza de un edificio contiguo a la casa de ‘Gabo’, las voces guturales llegan a sus oídos. A la joven no le molesta ‘ese ruido’; incluso siente atracción por los géneros fuertes. La primera vez que los escuchó, pensó que se trataba de un concierto; desde entonces le parece “chévere” que los Fequborefesto tengan oportunidad de repasar cada fin de semana. Pero sí ha escuchado comentarios de otros vecinos que dicen que no pueden descansar.
El grupo de metal industrial Nebuxys se acostumbró a las denuncias de sus vecinos cuando ensayaban en la casa de su vocalista, Paúl. No faltó la presencia de ‘la ley’. La Policía entró varias veces a la vivienda y, como no encontraron nada ilegal, se marcharon. En la casa no faltaba el vecino que golpeaba la puerta y le pedía a la madre de Paúl que controlara al ‘hijo satánico’. Fue entonces que los roqueros decidieron dejar las habitaciones caseras por un cuarto alquilado.
El local escogido está en un edificio en el norte de Quito. Aquí, los jóvenes pagan para repasar en las tardes y en paz. El pequeño estudio fue ‘decorado’ con colchones y cubetas de huevos vacías, para retener el sonido. Ahora, las letras de contenido decadente y social de Nebuxys ya no salen de esas paredes. Así lo constata Bárbara Mina, la vecina de los roqueros, quien con una sonrisa dice que no se ha percatado de los ensayos metaleros.
En cambio, Esmeralda J. opina lo contrario. Su dormitorio está ubicado frente a la habitación del grupo. Hace seis meses que no puede descansar por los sonidos de las guitarras eléctricas. Cree que esa música le puede causar daño en el oído, además de estrés. El domingo, un día sagrado para descansar, se le ha convertido en un martirio: seis horas de repaso es demasiado tiempo. Opina que todos merecen respeto y un merecido descanso y aconseja a los roqueros, que deberían buscar un espacio que esté alejado de lugares residenciales. De nada le ha servido cerrar las ventanas y puertas, el ‘ruido’ entra porque entra. No le han faltado las ganas de llamar a las autoridades, pero desconoce si los jóvenes rompen la ley.
Otro caso se da con el grupo metalero Zaiko, que, al parecer, encontró la solución. Llegaron a un acuerdo con sus vecinos: pueden ensayar un día, cada fin de semana y solo hasta las 20:00. El resto de tiempo repasan en un salón de la universidad en donde estudian. Sin embargo, para otras personas, todo es cuestión de gusto. Mariuxi Ortega simplemente no soporta los sonidos del metal. Esto, a pesar de que en su departamento no se escucha casi nada de los altos decibeles. Muchos ‘gritos’ en las canciones no van con ella, que prefiere los ritmos tropicales.
Preocupados o ajenos a esos comentarios, los músicos retoman sus instrumentos y siguen soñando con tocar como sus ídolos, esas figuras que están pegadas en los muros y que les dan un visto bueno.
En contexto
En Quito, el ruido está normado por la Ordenanza 213. Allí se aplica una tabla que señala que en las zonas residenciales el máximo de decibeles es de 50 (de 06:00 a 20:00) y de 40 (de 20:00 a 06:00). En una zona residencial mixta, los niveles permisibles suben en cinco decibeles.