Para esta noche, en la ceremonia de entrega de los Premios Oscar, una de las grandes favoritas es El lobo de Wall Street. El público y la crítica se han deshecho en elogios hacia esta película, la dirección de Martin Scorsese y la actuación de Leonardo DiCaprio. Nadie, en cambio, dijo una palabra sobre el pequeño rol que aquí tuvo Jean Dujardin.
¿Quién? A recordar: hace como dos años, Dujardin se convirtió en el primer francés en ganar un Oscar como Mejor Actor por su protagónico en El artista. En aquel momento, él estaba en boca de todos y tocaba el cielo con las manos. Hoy ni se habla de su participación en El lobo… porque, para empezar, no hay mucho sobre lo que hablar.
Todavía es muy temprano para saber si Jean Dujardin ha caído en una muy difundida leyenda de Hollywood llamada “la maldición de los Oscar“. En pocas palabras, esta refiere a trayectorias de actores o actrices en picada o truncadas luego del momento más glorioso de sus carreras. Se dice que ya en 1930, en la segunda edición de los premios de la Academia, el Oscar a la gran Mary Pickford, que había sido una estrella del cine mudo, significó el principio de su fin; tenía solo 38 años, mucho talento, pero nunca más tuvo un papel a su medida. Sí, aún es temprano para saber si Dujardin entra en la lista de afectados por esta maldición; pero no cabe duda que ya está en camino. Y la lista de afectados es bastante larga.
La actuación del norteamericano de origen sirio Frank Murray Abraham en Amadeus (1984), de Milos Forman, fue sobresaliente. Su interpretación de Antonio Salieri, el gran rival de Mozart, le valió el Oscar a Mejor Actor, uno de los ocho premios con que arrasó la película. Luego, salvo El nombre de la rosa, no hizo nada destacable en el cine.
En los últimos treinta de sus 74 años debió dedicarse al teatro y a la TV. Triste curiosidad: al otro protagonista de Amadeus, Tom Hulce, quien se puso en la piel del genio de Salzburgo y quien realizó otra gran interpretación, también se lo tragó la tierra.
Las décadas de 1970, 1980 y 1990 fueron particularmente ricas en la maldición de los Oscar. Nadie desconoce la clase de Richard Dreyfuss, pero tras ganar como Mejor Actor en The Goodbye Girl (1977) tuvo una carrera inestable -a la que él colaboró haciéndose adicto a las drogas-, en la que su solidez interpretativa no tuvo su correlato en éxitos. Cuando Timothy Hutton ganó como Mejor Actor de Reparto por Gente como uno (1980), todo el mundo pensó que tenía cuerda para rato, sobre todo tomando en cuenta sus 20 años; sin embargo, no pasó casi nada más con él.
La trayectoria de la bella Geena Davis iba en alza (Tootsie, La mosca, Beetlejuice) hasta ganar como Mejor Actriz de Reparto por Un tropiezo llamado amor (1988). Casi enseguida, sería nominada por la recordada Thelma y Louise (1991). Pero su buena estrella no le duraría mucho: La pirata (1995), protagonizada por ella, tiene el dudoso honor de ser considerada uno de los mayores fiascos de la historia del cine, con unos USD 135 millones de pérdida, lo que mandó a la bancarrota a la productora Carolco.
Más allá de sus roles en series televisivas (el destino de muchos de estos malditos) y en la saga de Stuart Little, poco más pudo hacer. Es una triste coincidencia que Susan Sarandon, coprotagonista de la Davis en Thelma y Louise y cuyas aptitudes artísticas no provoquen mayores discusiones, sea hoy mucho más conocida y reconocida por su activismo progresista que por lo que haya hecho en el celuloide, luego de ganar como Mejor Actriz en Mientras estés conmigo (1995).
La película Oficial y caballero (1982) es más recordada por la melosísima canción Up where we belong, cantada por Joe Cocker y Jennifer Barnes, que por otra cosa. Por su rol como el duro sargento Foley, Louis Gosset Jr. ganó el rol como Mejor Actor de Reparto. Lo que siguió para él fue la horrible Tiburón 3 y la pobre saga de Águilas de Acero. Gosset Jr. no fue el primer afroamericano en ganar un Oscar (ese logro le correspondió al excelente Sidney Poitier), pero sí se lo considera el iniciador de una curiosa mala racha de actores negros para los cuales ganar la estatuilla fue un estancamiento.
Así, luego que Cuba Gooding Jr. consiguiera el Oscar a Mejor Actor de Reparto por Jerry Maguire (1996), más allá de su incuestionable talento es realmente poco lo que se puede destacar sobre él, salvo su actuación en Mejor imposible (1997). Según la revista Rolling Stone, tuvo el triste récord de 15 películas directamente enviadas al circuito casero de DVD. Halle Berry, que era mucho más que una cara bonita, tuvo una brillante actuación en Monster’s ball (2001), por la que se convirtió en la primera afrodescendiente en ganar un Oscar a Mejor Actriz.
Luego se dedicó a explotar su lado sexy, convirtiéndose en una Chica Bond -oscarizada, pero Chica Bond al fin- y en la horrible Gatúbela (2004), por la que ganó un razzie (algo así como los anti Oscar).
Al italiano Roberto Benigni se le debe uno de los momentos más divertidos de la historia de esa ceremonia, cuando fue a recibir su Oscar por Mejor Actor por La vida es bella (1997). Posteriormente quiso volver a conquistar el mercado internacional con su propia versión de Pinocho (2002); lo que hizo fue conquistar la mofa unánime mundial gracias a un desaguisado fílmico de los importantes.
Renee Zellwegger, de brillante carrera (Bridget Jones, Chicago) hasta ganar con Regreso a Cold Mountain (2003), y Adrien Brody, grandioso en El pianista (2002), son, según la mayoría de los portales cinéfilos, dos de los últimos socios de este selecto club. Por las dudas, ya le están haciendo un lugarcito al francés Dujardin.
Angelina Jolie [[OBJECT]] Su notable actuacion en Inocencia interrumpida (1999) le valió un Oscar a Mejor Actriz de Reparto. Pero desde entonces prefirió acentuar su perfil sexy, en desmedro de desafíos artísticos, en la saga Tomb Raider.
Nicholas Cage [[OBJECT]] Actor de enorme talento, ganó el Oscar por Adiós a Las Vegas (1995). Pero desde entonces abandonó los dramas y se dedicó a las superproducciones. Su examigo Sean Penn, fastidiado con esa actitud, dijo: “Cage ya no es un actor”.
El principio del fin de una estrellita de Hollywood [[OBJECT]] En Tatum O’Neal, hoy de 50 años, confluyen dos maldiciones de Hollywood: la de los oscarizados que se van barranca abajo y la de los niños estrellas que terminan estrellados de grandes. En 1973, con 10 años, se transformó en la más joven ganadora de un Oscar, por su rol en Luna de Papel. Su vida enseguida cayó en una espiral de drogas, excesos y abusos sufridos. Hoy vive de contar su experiencia.