No importa si alguien está alegre, deprimido, aburrido o despechado. En un karaoke hay canciones para todos los gustos y estados de ánimo.
Aunque muchos tarden en desinhibirse, al final de una noche de copas y canciones todos terminan disputándose el micrófono. Alejandra es una asidua visitante a estos lugares.
Dice que antes no le gustaba ir, porque le incomodaba que la gente la mirara y se riera si por ahí se le escapaba algún ‘gallito’. Poco a poco perdió el pánico escénico y ahora ya no le importa lo que diga la gente. Canta y baila como si nadie la mirara y disfruta el momento.
“Yo vengo al karaoke para sacar las malas energías. A veces una está tan cansada y harta de la rutina que necesita algo como una válvula de escape. El karaoke es la mía. Cuando canto se va todo”.
En Quito hay cada vez más lugares como este. Solo en la Eloy Alfaro, entre González Suárez y Portugal, hay seis locales para quienes quieren ser estrellas por unas horas con un repertorio variado. En otras zonas, como el sector de la Plaza de Toros o La Mariscal, también abundan los bares con karaoke.
Marcelo Pérez es el dueño de Homes Karaoke Studio, un local que existe hace 12 años. Allí tiene dos salas privadas para ocho y cinco personas. Dice que la exigencia de la gente por temas nuevos lo motivó a tener un estudio donde graba pistas para los temas de moda. Así ha logrado alimentar un catálogo musical que asegura alcanza las 80 000 canciones, en idiomas como el coreano, el ruso, el francés, el inglés, siete idiomas en total.
Su local está ubicado en la zona turística de La Mariscal y por eso ofrece pistas que los visitantes extranjeros agradecen encontrar.
Los dueños de estos sitios dicen que los temas más solicitados son los hits de hoy y del ayer. Pero si algo no puede faltar es el nostálgico que ‘raya el disco’ de La almohada, de José José, o la ochentera que no deja pasar Eternamente bella bella, de Alejandra Guzmán. Y al final, la mayoría no cierra una noche sin algún clásico ‘karaokero’ del tex mex de Selena o Bronco.