Julia Roberts se embarca en una travesía espiritual en ‘Comer, rezar, amar’. Esta película, basada en el ‘best-seller’ homónimo de Elizabeth Gilbert, aparece en el mercado cinematográfico también con un éxito de taquilla.
Sin embargo, la película del director Ryan Murphy tiene debilidades tanto en su guión como en las actuaciones. La historia gira alrededor de Liz Gilbert, una escritora, quien ve que su vida sentimental fracasa luego de un divorcio y decide viajar.En su periplo, que es una suerte de terapia para su alma, aprende a disfrutar la conjugación del primer verbo que da nombre a la película: comer. Los platillos italianos y la cultura romana (un poco estereotipada) hace que Liz aprenda -no solo a ser feliz- sino el placer de la vida.
Pero esa recuperación no es suficiente. Gilbert viaja a la India para rezar (en el hinduismo) y hacer un periplo interior mediante la meditación y el aprendizaje de la cultura. El amor solo lo encontrará en Bali y Liz aparentemente encontrará el balance interior.
Pero en el guión no profundiza en las razones que obligaron a Gilbert a embarcarse en el viaje. Más bien cae en reflexiones que pueden considerarse clichés. Para mitigar la debilidad en el personaje (que también se extiende en los personajes secundarios), el director hace uso de un recurso técnico: el flashback.
El uso de esas imágenes del pasado de Liz, sin embargo, no ayudan para contextualizar el pasado de la escritora. El carisma de Roberts, en cambio, sí ayuda a darle frescura.
No ocurre lo mismo con Javier Bardem (Felipe), quien tiene un personaje plano y carente también de un pasado que ayude a comprender su visión de la vida actual y su comportamiento.
Un punto a favor de la cinta es la exposición de paisajes en los escenarios donde se desarrolla, pero son solo complemento de una larga película que por varios pasajes tiene tiempos muertos.