Imitar tiene una connotación peyorativa frente a lo artístico en nuestros días. Por eso, antes de sacar los trinches y las antorchas -especialmente desde el campo de la composición- cuando se hable de imitaciones musicales en programas de TV, es necesario ampliar el concepto; ver de qué se trata la imitación y cómo es parte de la producción de música, literatura, teatro, pintura y el mundo visual.
El proverbio que reza ‘la imitación es la forma más sincera de halago’ explica el porqué los romanos se empecinaron en copiar a los griegos o cómo los renacentistas como Miguel Ángel aprendieron su oficio copiando y restaurando las antiguas esculturas.
Por ahí se entiende a la definición del término, según la retórica de Dionisio de Halicarnaso en el siglo I: como doctrina artística es parte de un proceso creativo basado en el acercamiento a obras de otros autores.
Como tal tiene sus propios valores y solo puede subirse en el mismo ‘ring’ que la creación, si tiene un aporte original como ocurre en los ‘sampleos’ o ‘covers’ en la música, el teatro de Verbatim o la técnica de recortes en la literatura, el collage o el mosaico en la plástica o los ‘mushup’, parodias o ‘remakes’ en el cine. ¿Lo que estamos viendo en televisión tiene en realidad ese aporte?
El caso de ‘Yo me llamo’
Para muchos, la afición por imitar resulta en una decisión de vida. Duplicar a un artista desde su parecido físico hasta su voz ha sido para los participantes de ‘Yo me llamo’ -quienes dieron un concierto este sábado- la propuesta para difundir su talento.
Al hacer eco de la música de otro cantante el detalle importante es que se debe poseer cualidades interpretativas además de las vocales requeridas naturalmente para el canto. Y al ingresar a escena un imitador debe entrar también en el personaje. La actuación está tan presente como la voz, puesto que la audiencia suele conocer incluso por dónde flaquea su artista predilecto.
Para Roberto Aguirre, productor en Ecuador del programa de la franquicia ‘Yo me llamo’, replicar a un artista y su música llega a ser un reto igual o mayor al de la creación artística, puesto que se debe adoptar la personalidad, las gesticulaciones y la entonación de una persona ajena, a quien no necesariamente se la conoce en persona.
Para Shalo, imitador de Sandro de América, quien estuvo en la primera temporada del show de TV, este trabajo implica un doble esfuerzo. “Es difícil llevar la carga de un cantante como Sandro, que ya es un mito”, explica. Lo importante -comenta- es definir que lo que se realiza es imitación y no parodia; lo que implica responsabilidad para con el artista que es personificado.
Para ello la preparación artística del imitador -más que inspiración- busca entender el razonamiento del emulado, los momentos en los que demuestra su personalidad y cómo lo hace; detalles con los que se reconstruye al intérprete.
Por esta razón, para María del Carmen Arellano, gerenta de Producción de ‘Yo me llamo’, el programa llega incluso a ser una escuela para potenciar el talento de los participantes. A través del concurso -explica- aprenden a conocer al público, los escenarios y cómo manejarse en ellos. Además de “adoptar las cosas que aprendieron (de los artistas que imitan) y que creen que funcionan para su propio estilo artístico”.
Dedicarse a imitar -para Shalo- fue la segunda opción en su carrera y a la que se dedicó después de analizar el complejo mercado musical ecuatoriano. Shalo también es compositor y cuenta con cerca de 20 canciones de su autoría. Convertirse en Sandro no le ha impedido seguir ese camino musical; más bien le ha permitido su difusión, puesto que en sus conciertos -como Sandro- suele incluir sus propios temas en el repertorio.
Cuenta que a pesar de todas las ventajas que pueda tener la imitación, tiene una gran limitante: “No se puede ser famoso como un Juanes o una Shakira, quienes tienen estilo propio. Simplemente se alcanza a rendir homenaje y hacer un tributo, eso es todo”.
Por esto, el imitador puede llegar a vivir siempre a la sombra del artista, explica Natalia Sierra, socióloga y docente de la Universidad Católica. El dedicarse a la imitación no permite que se puedan desarrollar por completo sus potencialidades artísticas, lo que -según Sierra- puede ser poco motivante en el momento de arriesgarse a crear.
Incluso en este ‘querer parecerse a alguien más’ se puede perder la posibilidad de construir una identidad propia. Lo que se alcanza a detener si la persona logra identificar la imitación como una profesión separada de la vida personal.
El concierto del programa de TV
El coliseo Rumiñahui reunió el sábado 28 a los participantes que siguen en competencia en ‘Yo me llamo’.
En las tres horas de concierto, los artistas que llenaron de música al público fueron los imitadores de Roberto Carlos, Jinsop, David Bisbal, Joe Arroyo, Alexandre Pires, Alejandra Guzmán, Julio Iglesias, Amaia Montero, Juanes, entre otros representantes del vallenato, la salsa, el pop, el soul y la balada.
La versatilidad de géneros no disuadió al público, quien se mantuvo fiel hasta el final del evento. Para Ovidio González, profesor de canto de los artistas, este concierto es el resultado de un intenso trabajo de técnica con los intérpretes. Ya que algunos llegaron cantando solo de forma empírica.
En Contexto
El sábado, los participantes del concurso de imitadores ‘Yo me llamo’, que se transmite por Teleamazonas, presentaron su primer concierto en conjunto. El programa busca premiar al mejor imitador de un cantante en el país, independientemente del género que realice.