Curare en el concierto solidario por Jaime Guevara. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Entre sus colegas, amigos y seguidores, el nombre de Jaime Guevara es sinónimo de arte y solidaridad. ‘El cantor de contrabando’, como es conocido en el medio artístico, sufre de una lesión en la columna vertebral a raíz de una caída en el interior de un bus de transporte urbano, el pasado 17 de noviembre.
Aunque ahora se encuentra estable debe enfrentarse a un largo proceso de recuperación. “Solidaridad con el más solidario” fue la consigna que movilizó a familiares, artistas, gestores culturales y amigos del ‘Chamo’ Guevara para organizar un festival artístico con el objetivo de recaudar fondos que ayuden a solventar sus gastos médicos.
El escenario del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura fue el lugar donde se autoconvocaron Margarita Laso, Umbral, Curare, Igor Icaza y su banda, la banda vocal Bocapelo, Juana Guarderas y Martha Ormaza, Nin, Héctor Napolitano y su banda, Los Perros Callejeros, Blues Project Rolling, Ramiro Acosta, entre otros artistas.
Más de 1 000 personas llegaron hasta el teatro como una muestra de apoyo y para disfrutar de más de cuatro horas de música y humor, en un festival que se caracterizó por su buen sonido y la puesta en escena de cada agrupación.
En los camerinos el ambiente era de camaradería. Margarita Laso se sentía conmovida por la capacidad de convocatoria del ‘Chamo’, que, asegura, es el resultado de la grandeza de su corazón. La cantautora ecuatoriana compara a Guevara con el Manungo, personaje de un aire típico que por la noche va dando sereno y quitando el sueño y que se lo iba a dedicar sobre el escenario.
Luego de interpretar su propia versión de la Canción del remiso, Eduardo Cando, Juan Pablo Rosales, Alejandro Pineda y David Rosales de Curare describen la obra de Guevara como “acción política musical directa“. Para ellos Guevara es un ícono y uno de los principales impulsores del movimiento roquero ecuatoriano que ha logrado traspasar la frontera generacional a lo largo de más de cuatro décadas de trayectoria.
El rock, blues, hip hop, la música vocal, pasillos conformaron un mosaico musical que evidenciaba no solo la riqueza cultural del país, sino también la integración en la diversidad, donde el longo-rock de Curare fue tan aplaudido como el hip hop de Nin, quienes incluso volvieron a salir a escena a petición del público.
Para la actriz Martha Ormaza era el momento de ser recíproca con el “hermano” que le dedicó una serenata en el cuarto de un hospital donde, hace algún tiempo, ella convalecía de un quebranto en su salud. Para la actriz ecuatoriana la presencia de aquel conjunto de artistas no solo era un homenaje sino una acción política que busca reivindicar el derecho que tienen los artistas a un trabajo y una vida digna, que se materialice en políticas públicas que garanticen el acceso a un salario justo, salud y educación al sector. En su papel de Encarnación, junto a Juana Guarderas interpretando a Abrilita, las actrices pusieron el toque de humor al festival.
Para Igor Icaza la diversidad de artistas reunidos sobre el escenario es el primer paso para dar a conocer que hay artistas que se pueden unir por una causa común y una expresión libre e independiente. Para el músico es importante que el arte se mantenga libre de cualquier tipo de compromiso político. Sobre el escenario, la potencia y contundencia de sus canciones convocó a varios espectadores que alentaban entre saltos y ovaciones a los músicos ecuatorianos.
Sobre el escenario Bocapelo estrenaba su versión del Señor prohibicionista y Guevara, a través de un video, expresaba su agradecimiento con aquella muestra de afecto. “Quiero decirles de profundo corazón que este cantor no se calla”, decía un cantautor contestatario y un activista social que se niega a rendirse.