Robert Pattinson tiene un papel protagónico en la trama. Aquí actúa como Neil. Foto: IMDb
Como en el ilusionismo, las películas de Christopher Nolan tienen algo de ciencia, un poco de alquimia y mucha habilidad en la ejecución del truco. ‘Tenet’, el undécimo largometraje del director londinense, se apega a esa fórmula con el objetivo de entretener y al mismo tiempo desafiar los sentidos del espectador mediante giros visuales.
Desde sus inicios en la década de 1990, Nolan ha escrito y filmado historias que cuestionan las ideas que se tienen sobre el tiempo y cómo lo experimentamos.
‘Tenet’ parece seguir esa secuencia de experimentos temporales, pero esta vez bajo la forma de una clásica película de espías, en la que Protagonista (John David Washington) se ve inmiscuido en una organización secreta conocida como Tenet. El objetivo es desmantelar un plan que pone a toda la humanidad en riesgo, con ayuda de un colega (Robert Pattinson).
Hasta ahí, ningún misterio. Pero en una pelea, uno de los personajes apunta un arma y la bala, que debía herir a Protagonista, va por el camino inverso y regresa al cañón.
No se trata de un error visual, sino de la inversión en el flujo del tiempo, un fenómeno físico teóricamente factible. Pero como dice la científica, que explica lo que sucede al protagonista en una escena: “no intentes entenderlo, solo siéntelo”.
Nolan pone en marcha la segunda parte de la fórmula, y recurre a la magia de los recursos sonoros y visuales con los que busca provocar una experiencia sensorial satisfactoria.
Por primera vez en 12 años, un filme de Nolan no lleva la firma de Hans Zimmer en las partituras de la banda sonora. En su lugar aparece Ludwig Göransson, quien toma la música electrónica como línea de base para crear temas que se integran al sonido ambiental, incluso hasta absorberlo.
En el filme aparecen escenarios desolados de tonos fríos y personajes con crisis existenciales. Como en otras cintas de Nolan, aquí también existe en la recurrente presencia de Michael Kane en la pantalla.
Las escenas de acción a gran escala ya son parte de su estilo y no dejan de ser un extraordinario espectáculo visual. En la dirección de fotografía, Hoyte Van Hoytema sorprende al espectador con el juego de cámaras y trucos visuales con los que consigue hacer que el tiempo avance y retroceda al mismo tiempo y, sorprendentemente, en la misma escena.
Frente a la cámara, Washington y Pattinson hacen un buen equipo, con una química que crece y evoluciona en una relación sólida a lo largo de la película. El actor Kenneth Branagh también sorprende favorablemente como el frío y tiránico villano que requiere el filme para equilibrar fuerzas.