Ahora que Quito empieza a posicionarse en el circuito y el calendario de los grandes espectáculos en la región, se anuncia que el parque Bicentenario -el espacio que parecía ser el refugio para que fanáticos e ídolos pudieran hallarse- ya no recibirá más shows. El concierto de hoy, con Daddy Yankee en escena, será el último -según la Policía del Distrito Metropolitano- hasta que el lugar mejore las condiciones de seguridad.
Esto se da a menos de un mes de que el concierto de Metallica diera pruebas de una organización que permitió disfrutar de un show con seguridad e ingeniería de sonido; más allá de algún incidente, irracional y aislado en los exteriores del parque. Se podría decir que con ese evento masivo de rock, el Bicentenario pasó la prueba y, si bien algunos servicios debían trabajarse para satisfacer totalmente, el espacio se pintaba como única opción ante una carencia que institución alguna ha solucionado.
¿Qué espacio en la ciudad se presta para un megashow? No lo hay. El estadio Olímpico presenta sus incomodidades, los espacios de Quitumbe son montajes improvisados, la plaza de toros tiene una limitante por estructura y capacidad y el Coliseo Rumiñahui, salvación para el eventismo capitalino, queda corto ante las propuestas que ahora definen nuestra agenda. Ninguna de las arquitecturas mencionadas fue pensada para el espectáculo musical y con el show de Paul McCartney otro escenario deportivo se pondrá a prueba.
En la región se muestran ejemplos de establecimientos que manejan una infraestructura propia para shows artísticos: la Quinta Vergara, el Luna Park, la Arena Movistar y el parque Simón Bolívar, entre los más populares. Es hora de que Quito se piense así y acompañe los esfuerzos de productoras locales y agencias internacionales para que artistas de primera línea aterricen en el Paralelo Cero. El Bicentenario es una opción atractiva, con las seguridades y comodidades de parqueo y circulación del caso.