Diego Naranjo cambió emocional y físicamente para protagonizar ‘Cenizas’

Diego Naranjo interpreta a Galo, un viejo artista plástico que dejó su hogar bajo una ola de sospechas. Foto: Cortesía Cenizas.

Diego Naranjo interpreta a Galo, un viejo artista plástico que dejó su hogar bajo una ola de sospechas. Foto: Cortesía Cenizas.

Diego Naranjo interpreta a Galo, un viejo artista plástico que dejó su hogar bajo una ola de sospechas. Foto: Cortesía Cenizas.

El actor Diego Naranjo protagoniza ‘Cenizas’, el segundo largometraje del director ecuatoriano Juan Sebastián Jácome, que sigue los detalles de una crisis familiar en medio de un desastre natural.

En la cinta, Naranjo interpreta a Galo, un viejo artista plástico que dejó su hogar bajo una ola de sospechas y acusaciones de abuso sexual. La imprevista erupción de un volcán lo pondrá frente a su hija Caridad (Samanta Caicedo), a quien no ha visto en años y cuyo reencuentro removerá una serie de conflictos, silenciados por mucho tiempo. Un papel que significó un desafío emocional y físico, del que el intérprete revela algunos detalles.

¿Cómo obtuviste el protagónico en la película ‘Cenizas’?
El director Juan Sebastián Jácome me habló del proyecto y me encantó la idea, porque si algo me gusta como actor es caracterizar, crear el personaje desde su historia hasta el desafío de cambiar físicamente.

¿Qué implicó ese cambio?
Primero investigar sobre el personaje y tomar algunas referencias. Me nutrí de lo que debía ser el personaje, es decir, un artista plástico, alcohólico en recuperación. Si hay algo que caracteriza a los actores es que somos curiosos y observadores, así que volví a explorar ciertos espacios de la vida bohemia de la ciudad, una experiencia fuerte pero que me sirvió para construir la forma de caminar, de hablar e incluso de mirar.

¿Qué impacto tuvo la transformación física?
Aún no puedo recuperar el peso que perdí para interpretar el papel. Como no había presupuesto para contratar un nutricionista, simplemente inventé mi dieta y bajé de peso, mi cara se arrugó, la barba creció muchísimo. Fue complicado porque en esos días tuve un par de compromisos sociales, donde los amigos y familiares me cuestionaban por mi aspecto. Pero ese era el desafío y fue una gran satisfacción ver los resultados en la película.

El silencio es una parte importante del personaje y la película ¿Cómo se trabajó ese elemento junto con la coprotagonista Samanta Caicedo?
Es la segunda vez que actuamos juntos y casualmente volvemos a interpretar a padre e hija. Fue un encuentro de lo más cálido. La primera vez fue en ‘UIO. Sácame a pasear’. Soy muy respetuoso de los procesos de cada actor y la confianza y empatía que se genera con otro intérprete se traslada al momento de cada escena, donde el silencio es parte de ese diálogo que se da entre Galo y Caridad.

¿Fue suficiente la química actoral o también hubo ensayos?
Ensayamos bastante, sobre todo en calidad más que en cantidad, porque el director tenía muy claro lo que quería de los personajes. Al inicio de cada ensayo nos explicaba las cosas puntuales que requería de cada uno y se iba ajustando en cada pasada. La dirección de Jácome ha sido de lo mejor que he experimentado dentro del audiovisual.

¿Cuándo empezaste a construir el personaje, el Cotopaxi ya era parte de la historia?
Ya era parte del guion. Al final se hicieron algunos ajustes como sucede en cualquier película, en función de las locaciones y ciertas acciones, pero en general el contexto de la explosión del volcán ya estaba definido.

¿Qué opina sobre la relación entre la erupción volcánica y la crisis familiar que plantea la película?
Creo que eso ayudó para que la temática sea aceptada en el exterior, como sucedió en los festivales de Miami y Panamá. La situación como tal potencia la tensión que se vive por una erupción volcánica, al igual que lo que se vive por esta relación entre un padre y su hija. La película se desarrolla en un solo día y toda esa olla de presión, que es visible a través del volcán en proceso de erupción, también es parte de cada uno de los personajes de la película.

¿Cree que la película favorece el diálogo sobre el abuso sexual y la violencia intrafamiliar?
Son temas muy delicados, pero hay algo que cautiva y permite que las cosas fluyan y es la inteligencia del guion. Un guion inteligentemente hecho no cae en lo grotesco pero denuncia y señala ciertos problemas, de forma que el espectador entiende los mensajes sutiles, que evidencian los problemas y se pueda hablar sobre ello. En toda familia y sociedad existen problemas, pero lo peligroso es callar.

¿Cree que filmes como ‘Cenizas’ contribuyan en el cambio social?
Definitivamente. El cine y las artes en general no son herramientas de cambio inmediato, sino que son parte de un proceso y en el caso de ‘Cenizas’ es una herramienta que impulsa la reflexión.

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