Los cupcakes en Quito tienen 'personalidad' propia

'Sweety Cupcakes' surgió de la idea de combinar los postres con las manualidades. Las magdalenas exhibidas en la vitrina del local tienen un sabor concentrado y trozos de fruta. Fotos: Vicente Costales/ EL COMERCIO

'Sweety Cupcakes' surgió de la idea de combinar los postres con las manualidades. Las magdalenas exhibidas en la vitrina del local tienen un sabor concentrado y trozos de fruta. Fotos: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Es una cocina pequeña y acogedora. El olor a masa recién preparada impregna el ambiente. Los ingredientes- manteca, harina, huevos, azúcar, malvaviscos- descansan sobre estanterías que se extienden a lo largo de una pared.

Completan la escena dos batidoras, un mesón en forma de L, un anaquel metálico móvil con bandejas, cerca de una docena de moldes para cupcakes apilados uno sobre otro y en una esquina, la estrella: un gran horno industrial para pastelería.

En este lugar, de 08:00 a 10:00, Natalia Corral y su socia Lorena Calderón preparan cupcakes para después venderlos a los cada vez más numerosos quiteños que buscan saborearlos.

Estos famosos pastelitos americanos tuvieron su debut en la historia de la repostería cuando Amelia Simms utilizó este término- en su libro American Cookery- para identificar a un pastel que se cocina en tazas pequeñas.

En las últimas dos décadas, estas delicadas preparaciones han motivado la creación de célebres pastelerías anglosajonas, como Magnolia Bakery en Nueva York, Georgetown Cupcake en Washington y Sprinkles Cupcakes en Los Ángeles.

Hace dos años encontrar un lugar para comprar cupcakes en Quito era tan difícil como evadir el tráfico de los viernes en hora pico. La única alternativa para los adeptos de este dulce tradicional estadounidense era contactar, vía Facebook y bajo pedido, a algún pequeño negocio pastelero que los tuviera en su menú.

Ahora existen al menos tres locales especializados en la elaboración y venta directa de las también llamadas magdalenas. El negocio de Natalia y Lorena, CC&CO, es uno de ellos.

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Al entrar a la tienda, ubicada en un centro comercial de Cumbayá, lo primero que el comensal ve ES dos filas de los menudos postres decorados con un toque, ni mucho ni poco, de glaseado, exhibidos en impecables platos blancos. Sobre el mostrador en una caja de madera y detrás en frascos de vidrio hay una colorida variedad de bolsa de té importado.

Afuera, en una terraza de madera levantada a pocos metros del piso, están las mesas. En un espacio cerca de la esquina, dos chicas de no más de 20 años conversan animadamente, sin olvidar, cada tanto, de propinar sendos mordiscos a sus pastelillos de chocolate con una cremosa cobertura blanca.

Según Lorena Calderón, los jóvenes y adolescentes (menores de 29 años) han actuado como motores para mover y expandir la moda del cupcake en Quito. Otra circunstancia que disparó la novedad gastronómica fue el hecho de que la gene viaja mucho más ahora, ve cosas nuevas y las trae al país.

Esto no significa que las magdalenas en la capital sean una fiel copia de sus ‘parientes’ estadounidenses. Antes de fundar CC&CO Natalia y Lorena se dedicaron a experimentar a partir de recetas standard para después crear recetas propias adaptadas a los paladares quiteños. En alguna ocasión probaron agregando maracuyá a sus preparaciones y fue todo un éxito.

Los sabores más populares entre los clientes son el de chocolate- masa y frosting- el de manjar y el tradicional red velvet, que combina un ligero toque de cacao con un equilibrada cobertura de queso crema. Y la recomendación de la casa, el de naranja y chocolate, no se queda atrás: esponjoso, liviano, fresco, dulce en su punto y con trozos de chocolate entre la masa que sorprenden a las papilas gustativas.

En el norte de Quito, en una zona altamente comercial de la ciudad, un local rosado de ‘pies a cabeza’, ofrece más de 20 variedades diferentes de magdalenas.

Adentro cuatro luces apuntan hacia una vitrina, cual reflectores que iluminan un escenario artístico. Detrás del vidrio, se enfilan pastelitos de banana, limón, moccacino, red velvet y zanahoria. Masas claras, intercaladas con masas morenas, coronados unos con ganache de chocolate otros cobertura de queso crema, algunos con merengue italiano.

Sweety Cupcakes, fundado por María Antonieta Vayas, tiene más de un año en el mercado y fue uno de los pioneros, sino el primero, en vender cupcakes de forma directa, en un establecimiento y no por pedido.

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Para Vayas, las magdalenas que se preparan en la capital ecuatoriana son superiores a las americanas por la calidad de los insumos, esto en referencia a la diversidad de frutas que existen en el país. “Mis cupcakes no son sabor a fruta, son de fruta. Hay incluso algunos que tienen trozos de fruta entre la masa”, destaca la propietaria de Sweety Cupcakes.

Así, ingredientes como mora, banana, naranja, coco, durazno, piña, manzana- frambuesa y maracuyá en temporada veraniega- se integran a la mezcla base y aromatizan cada bocado de las preparaciones de Vayas.

Una probadita a un ‘ejemplar’ de zanahoria basta para comprobarlo. Es menos de 10 centímetros cúbicos de masa se concentran, armoniosamente, el neutral sabor del vegetal, el dulzor ácido de la piña y la textura particular del coco. Una receta base improvisada audazmente.

La tendencia, en proceso de explotarse, del cupcake en Quito tiene también un exponente al lado oriental del Parque La Carolina. En la oficina de Xeror, en plena av. De Los Shyris y escondido entre los grandes edificios que se levantan a cada lado, está The Cupcake Factory.

Al establecimiento, decorado en tonos de rosa, llegan clientes habituales con sus sabores preferidos en mente y personas que apenas han entrado en el mundo de las magdalenas y preguntan por los ingredientes de todas y cada una de las variedades.

Para evitar los efectos de las inclemencias climáticas, los pequeños pastelitos de 8 centímetros, otros realmente diminutos de 5 y algunos gigantes de 18, permanecen en una vitrina temperada. Exhiben sus brillantes tonalidades agrupados por sabor en bandejas plásticas.

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Cada uno tiene su propia identidad, su particular personalidad. El de Ferrero apuesta por combinar trozos de nuez y nutella, el detalle del de cookies n’ cream son los trozos trituradas de galleta negra y el de seguro acapara la atención por su masa multicolor y su toping amarillo brillante, es el rainbow.

Pamela Ruales, dueña de The Cupcake Factory, optó por esta especialidad repostera por su versatilidad y practicidad. “Es un postre personalizado e individual”, que deja de lado la rutina- a veces fastidiosa- de cortar el pastel.

Para ella la tendencia de este producto en la urbe capitalina se refleja en el hecho de que cada vez más personas optan por las magdalenas para fiestas, matrimonios, bautizos y otros eventos en lugar de la tradicional e icónica torta.

Michelle Clavijo, creadora de Passion For Sugar, es otra repostera inmersa en el escenario de los pequeños pasteles tradicionales americanos. Ella compara la popularidad que éstos están teniendo en la actualidad con el auge de los negocios de cabinas telefónicas años atrás.

Sus creaciones, más que cupcakes, son obras de arte comestibles. El fondant es su pincel y su lienzo una limitada área de masa. Su fuerte es la decoración. Así un día desfilan por su taller, ubicado en el Valle de los Chillos, cupcakes con figuras de Mario Bros y al siguiente otros con las imágenes de los integrantes del cuarteto de Liverpool.

Cada detalle cuenta para la joven, por eso insiste: “Si es que a mí no me gusta el producto final no sale de mi taller”. Por el momento exhibe y ofrece sus preparaciones a través de Facebook. Y en los próximos meses espera abrir un local para sumarse la creciente tendencia.

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