El Coliseo Rumiñahui le quedó grande al canto por la libertad

Si bien en sus primeras ediciones el aforo del evento solía llegar a su máxima capacidad, en su Décimo primera edición el Coliseo Rumiñahui llegó a congregar alrededor de 8,000 personas.

Los vacíos en el público eran evidentes pero los gritos del público no se amedrentaban.

Con los pulmones llenos, expulsaron el aire contenido cuando salieron a escena artistas como Los 4 del Altiplano o William Luna.

El peruano, con poncho negro y guitarra en mano, sedujo al público con canciones como De la nada, Niñachay y Vienes y te vas.

Mientras tanto intermitentemente aparecían en escena bailarines que hacían coreografía de sus éxitos, con un vestuario que rescataba los trajes típicos del Perú.

Se despidió del público sacándose el poncho para mostrar que llevaba puesta la camiseta del Ecuador y con las palabras "esto demuestra que somos uno".

Los integrantes de Proyección,la agrupación oriunda de Cochabamba, Bolivia, llegaron al escenario a las 21:30.  

Con charangos, quenas, tambores y guitarras, entonaron los acordes de No vuelvo a amar, Hay que salvar nuestro nido y Paloma del alma mía.

Ya son casi 30 años desde que los músicos iniciaron su carrera junto al folclor, hasta convertirse en el referente boliviano que son hoy en día. Pero su energía no ha disminuido, entre sus canciones y saltos animaron al público a bailar.

Entre 40 minutos y una hora duraron los repertorios de los representantes de las cuatro naciones (Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina ) que se unieron la noche del viernes en el evento 'Cantos de Libertad'.
Los nocheros y La Sole desde Argentina invadieron de emociones a los asistentes.

A las 23:00 se presentó el cuarteto abriendo su repertorio con el tema Chacarera del Rancho. Sus voces encendieron al público -que cambió las pifias provocadas por la espera- para seguir los coros de Entre la tierra y el cielo. Los nocheros agregaron, con grandes aplausos, Alfonsina y el mar, a un listado de canciones propias.

Al dirigirse al público quiteño dejaban sentir su cerrado acento argentino, propio de las zonas norteñas.
La esperada Soledad Pastorutti tomó el micrófono pasadas las 24:00.

Vestida de blanco y negro sacó su gruesa voz para cantar Que nadie sepa mi sufrir, Alma, corazón y vida y Paloma blanca.

Sencilla para dirigirse al público, agradeció su primera presentación en Quito, haciendo caer en cuenta lo difícil que ha sido para ella salir de Argentina por el género de música al que se dedica.
Oriunda de Arequito, La Sole destaca su presentación por comunicarse con los asistentes antes de cada canción.

Expresiva y con un dominio escénico como pocos, Pastorutti lleva 18 años de carrera artística y se siente.
Su hermana Natalia se unió al concierto en algunos temas. Aunque tiene tintes de la voz de Soledad, no llega a su potencia vocal.

El público fue escaseando para cuando la argentina iba a la mitad de su concierto. Pero entregó la misma pasión en cada canción, como si el Coliseo hubiera estado repleto.

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