En China existe un sitio para la paz

Las escenas de la crueldad japonesa mientras ocuparon China, en 1937, se registra en las fotografías del joven George Hogg (Jonathan Rhys Meyers). Él es un periodista de guerra novato que sigue a sus instintos para contar al mundo la verdad de una guerra no declarada.

Así, con un relato de un periodista gráfico, empieza ‘Los niños de China’, cinta del director Roger Spottiswoode (‘Under Fire’, 1983). El inexperto guiado por sus impulsos, afronta la muerte en manos del Ejército japonés.

Sin embargo, las heridas en el cuerpo del periodista hicieron que deba refugiarse en un orfanato para su recuperación. El ambiente hostil y las imágenes crueles cambian cuando Hogg se encuentra con los niños huérfanos de la guerra.

Desde ese momento, la historia planteada tiene una composición bastante fácil de seguir. Hogg debe aprender no solo mandarín, sino a entender el comportamiento de los niños de Huang Shi, quienes han sufrido con la invasión imperialista del Japón.

Esta producción hace una aproximación bastante simple de la realidad de la China de los años treinta. Pero, a pesar de esa falta de profundidad histórica, el director logra un ritmo atractivo para el espectador. Para ello se basa dos aspectos: la ternura de los personajes y en las convicciones del periodista, cuyo objetivo es alejar a los niños de los peligros de un conflicto bélico y en un lenguaje audiovisual paisajístico registrado con una gama de colores de edificios grises y el verde vivo de las plantaciones.

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