El solicitado príncipe de la bachata entregó su música a la capital en un show recatado y predecible.
Quien abrió el escenario fue el cantautor ecuatoriano Beto Freire, víctima de fallas técnicas de sonido e iluminación e inexperiencia en el uso del playback. Freire presentó los temas de su autoría, cargados de amor y mensajes de esperanza.
De seguido fue el turno del chileno Américo. Sus melodías hicieron bailar al Coliseo Rumiñahui que estaba completamente lleno. Temas como Embrujo, Te vas, Traicionera y Que levante la mano resonaban en los coros, en la voz del público quiteño que no se cansa de repasar una y otra vez el repertorio de cumbia del intérprete. Américo realiza su segunda visita en menos de tres meses –a la capital- y sigue manteniendo la energía intacta que transmite a su audiencia.
Pero el plato fuerte de la noche era el neoyorquino Prince Royce. El artista hizo esperar a su público hasta las 22:40 para entrar en escena. Una introducción con guitarras, teclados y cajón anunciaban la música de Royce.
Sencillo y juvenil, el cantante dio a escuchar su voz vistiendo un pantalón en tono rojo –quizás en honor al día del amor y la amistad- y una chaqueta y camiseta negras.
Abrió su repertorio con Kiss Kiss, seguida de Te robaré, mostrando desde el inicio su facilidad para trasladarse del inglés al español, marcando desde ya su ascendencia dominicana. Sin olvidar el marketing de la fecha en que se presentó, Royce dedicó algunas de sus canciones a las parejas, motivándolas a darse muestras de cariño.
El joven cantante se sintió cómodo en escena, espacio que le permitió -por momentos- regalar sus versos a los espectadores que se encontraban atrás del escenario o jugar con sus músicos.
La energía de Royce hacía bailar al pedestal de su micrófono, mientras el artista motivaba al público a hacer lo mismo al son de su bachata urbana. Canciones como Darte un beso, Incondicional o su versión en ‘espanglish’ de Stand by me resonaron hasta hacer eco fuera del coliseo.
Sin muchos elementos sorpresa y una iluminación enfocada en las pantallas que rodeaban al escenario y sobre las que estaban colocados los músicos, Prince Royce se dio el lujo de enamorar un poco más a sus seguidores.