Escenario del Estereo Picnic en el que se presentó la banda británica Artic Monkeys. Foto: Facebook Festival Estereo Picnic
El veredicto del público está claro: los Arctic Monkeys ofrecieron este domingo un concierto vibrante y maduro que los consagró como el grupo indie del momento y que, de paso, también ratificó al Estéreo Picnic en la primera línea de los festivales alternativos de Latinoamérica en una edición para el recuerdo.
Unas luces rojas, como si anunciasen un peligro venidero, precedieron al riff de la guitarra de doce cuerdas de Alex Turner con el que rompieron el silencio y empezaron con un derroche de personalidad que inició con Do I wanna know, de su álbum “AM”, el más guitarrero de sus seis.
El baterista Matt Helders se subió al escenario luciendo la nueva camiseta de la selección colombiana de fútbol y sorprendió a los presentes con un solo en “Brianstorm”, la segunda canción que interpretaron.
Para escuchar una canción de su último disco tuvieron que esperar hasta el cuarto tema, One Point Perspective, en el que Turner dejó la guitarra y, disfrazado de Frank Sinatra, abrazó el micrófono, como también hizo con The Ultracheese.
Los Arctic Monkeys sonaron como lo que son, una banda que empezó tocando indie y que ahora hace lo que les viene en gana.
Esa confianza, ganada a base de giras mundiales y del beneplácito de la crítica, se trasladó sobre el escenario en forma de improvisaciones y de reinvenciones de sus clásicos.
Como con Whyd you only call me when youre high, en la que Turner se inventó antes de empezar una canción de un minuto que sólo decía “Rock and roll in Colombia”.
Con uno de esos ‘jams’ eternos se atrevieron a unir 505 con Tranquility Base Hotel and Casino, ambas compuestas en piano pero que representan momentos muy diferentes en la discografía de la banda.
Con “R U Mine” cerraron el concierto, Estéreo Picnic y la gira del Tranquility Base Hotel And Casino, y tal fue la entrega que Turner la interrumpió para empaparse de los aplausos.
El magnetismo de Arctic Monkeys arrastró a oleadas de personas hacia el escenario principal horas antes de que empezase el concierto, pues muchos prefirieron perderse a otros artistas antes que ver a los de Sheffield desde lejos.
La antesala del espectáculo irreverente de Arctic Monkeys llegó con el siempre fabuloso y carismático Sam Smith, que se tomó su tiempo para brillar con cada una de sus canciones acompañado de fieles que coreaban todos sus éxitos.
Más allá de la música, la escena que más se repitió a lo largo de todo el festival fue esa estampa fraternal en la que amigos ayudaban a otros amigos y nuevas amistades surgieron de forma espontánea.