El enorme legado de un arqueólogo vikingo en el trópico
La II Guerra Mundial le impidió volver a Europa, y se quedó para siempre en Ecuador. Fotos: cortesía mAAC y Mario Faustos / ELCOMERCIO
El investigador danés Olaf Holm fue pionero en la investigación sobre las antiguas culturas de la Costa del Ecuador. Una exposición documental del MAAC pone en valor su legado.
La palabra tatuaje aún no existía en la época de los cronistas de Indias. Las primeras narraciones de los colonizadores españoles describen prácticas equivalentes en términos de “sellarse, herrarse o labrarse la piel”, entre los aborígenes que habitaban el antiguo Ecuador. En su primer trabajo sobre las culturas precolombinas de la Costa, el arqueólogo danés-ecuatoriano Olaf Holm (1915-1996) recoge las impresiones de cronistas que describen caras marcadas, labradas con puntas de pedernal (navajuelas de rocas de cristal, a partir de lascas de horsteno u obsidiana).
En los cortes “entre cuero y carne” en el rostro y los brazos de esos tatuajes primigenios ecuatorianos se volcaba carbón pulverizado sobre la herida abierta, en un suplicio entendido como medio de purificación, de valor punitivo, decorativo o mágico, apunta.
El manuscrito original del estudio ‘El tatuaje entre los aborígenes prepizarrianos de la Costa ecuatoriana’ (1953), escrito en apretada letra cursiva en uno de los cuadernos de Holm, aún en danés, es uno de los documentos exhibidos en una muestra documental sobre el etnógrafo e historiador.
El Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo
(MAAC) de Guayaquil abrió la exposición sobre el trabajo de uno de los arqueólogos pioneros del país, uno de los investigadores más influyentes de su tiempo. La muestra ocupa una sala de la Biblioteca que lleva su nombre en el MAAC.
‘El Vikingo’, como se lo llamaba por su procedencia escandinava, llegó a Ecuador como representante de casas de comercio europeas en 1940. La Segunda Guerra Mundial le impidió regresar a Europa y dos años después se inició en la incipiente actividad arqueológica en Naranjal (Guayas).
Este arqueólogo nacido en Aarhus, Dinamarca, el 10 de febrero de 1915, un emigrante del frío norte de Europa, hace parte de esa saga de hombres europeos que se redescubrieron en la cultura de los otros, en pleno trópico. Holm se prendó del país y de sus “admirables culturas” ancestrales, se radicó en Guayaquil, donde dejó descendencia y murió en 1995.
Hablaba del Ecuador como su país. “Mi sueño es que todos los estudiantes e interesados en el alma de la Patria tengan a mano los mejores estudios de su pasado”, apuntó.
La bibliografía de Holm sobre las culturas ancestrales del Ecuador la integran más de 110 publicaciones. La muestra documental del MAAC incluye textos inéditos, como un trabajo sobre ‘El ancla’ Valdivia, en el que se destaca el labrado en la piedra arenisca y los conocimientos textiles en fibras vegetales usados por los antiguos navegantes costeños.
Holm fue desde 1974 director fundador del Museo Antropológico del Banco Central del Ecuador, que se convirtió en el actual Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC). Como director empezó a reunir un fondo arqueológico a partir de la adquisición de las colecciones del Museo Emilio Estrada, comprando piezas de coleccionistas y huaqueros para detener su fuga del país. “Sin Olaf no existirían las reservas del MAAC, que cuentan con más de 58 000 piezas arqueológicas”, dice Cristian Levi, mediador cultural del Museo y mentalizador de la exposición.
Levi se sumergió durante meses en el numeroso legado documental del danés, junto a Angélica Valencia, responsable del fondo Olaf Holm, en el proceso de selección de libros, fotografías y documentos que hacen parte de la muestra. El fondo fue donado al MAAC en el año 2001: cuenta con
1 885 libros, 3 040 revistas, folletos y boletines; y 106 carpetas con los manuscritos y textos mecanografiados de sus investigaciones.
La idea de la exposición es poner en valor el fondo y el legado de Olaf Holm, que según destaca Levi cuenta con proyectos arqueológicos y un fondo etnográfico de otros investigadores, entre ellos el informe de excavación del sitio Agua Blanca, en Manabí, o el proyecto Paleoindio, que se convirtió en el Museo Amantes de Sumpa, de Santa Elena.
“Parece que donde mires en la arqueología ecuatoriana vas a encontrar a Olaf o un eco de él”, dice Levi. Resalta “un compromiso místico con la divulgación” patente, por ejemplo, en la publicación de una serie de folletos para público no especializado en los años 80, en torno a temas de nuestra herencia ancestral. Tras la exposición, la idea es tomar textos inéditos o investigaciones poco divulgadas del fondo y proponer a distintos académicos que desarrollen ponencias sobre ellos en el 2020.
El antropólogo Edmundo Aguilar destaca los estudios de ‘El Vikingo’ respecto de las culturas manteño-guancavilca de Santa Elena y Manabí, y aquellos de la cultura Milagro-Quevedo, en la cuenca del Guayas.
“Analiza la orfebrería, la cerámica, el uso de monedas, la arquitectura, la navegación, actividades productivas como la pesca... Apoyó los estudios sobre el tsáfiki, la lengua de los indios tsáchilas, remanente de la cultura Milagro-Quevedo”, resalta Aguilar. El fondo cuenta con una colección de literatura oral tsáfiki, leyendas sobre “colorados” escritas en ese idioma y en español.
La biografía de Juan Cordero sobre la vida y obra del danés se titula ‘Olaf Holm, El Vikingo’ (2008). El propio investigador incluía en sus publicaciones una suerte de escudo personal con una balsa vikinga, un pez y la inscripción ‘Ex libris’. Quienes lo conocieron lo relacionan también con el cómic de ‘Olafo, el vikingo’ por su recio carácter: en las fotos aparece casi siempre con expresión adusta. Tenía en su escritorio una Mafalda que sostenía un letrero con la frase “No joda”, expresión que hizo suya.