El enigma de los huevos negros de Owakudani que alargan la vida

Un huevo negro gigante se ubica en la entrada de Owakudani, en Tokio. Foto: Facebook

Un huevo negro gigante se ubica en la entrada de Owakudani, en Tokio. Foto: Facebook

El consumo de estos huevos se asocia al poder de longevidad de una divinidad de Japón. Foto: Facebook

Los huevos negros de Owakudani, ubicado a 80 kilómetros de Tokio, se han convertido en un lucrativo negocio para los habitantes del lugar. La atracción por el consumo de estos huevos se asocia al poder de longevidad de Jizō, una de las divinidades más queridas en Japón.

Según información del medio español La Vanguardia, los huevos negros son de gallina corriente y saben a un huevo duro normal, pero lo que los distingue es su cocción, puesto que se bañan en las aguas volcánicas del valle de Owakudani.

Un huevo negro gigante se ubica en la entrada de Owakudani, en Tokio. Foto: Facebook

Operarios equipados con guantes y calzado protector sumergen varias docenas de ellos en una especie de jaula hasta que las cáscaras adquieren su color oscuro característico. Luego se venden de cinco en cinco, en fundas de papel. 

Cada año, millones de japoneses visitan el lugar con el propósito de devorar un huevo negro tras otro, porque, según la leyenda, cada uno de ellos les da siete años de vida.

Los huevos negros son de gallina y saben a un huevo duro normal. Foto: Facebook

Owakudani, que significa Gran valle en ebullición, recibió ese nombre en 1873, tras una visita del emperador Mutsuhito y la emperatriz Shōken. Anteriormente se conocía como Jigokudani, el Valle del infierno.

De acuerdo con La Vanguardia, el lugar se originó hace unos 3 000 años, durante la última erupción del volcán Hakone y se caracteriza por sus fumarolas, géiseres y estanques humeantes. Sus emanaciones sulfúricas provocan un olor muy similar al de huevos podridos.

Operarios sumergen los huevos en una especie de jaula hasta que las cáscaras adquieren su color oscuro. Foto: Facebook

El Valle no solo es visitado por los huevos negros sino también por sus onsen (baños tradicionales de aguas termales) y sus excursiones. Además, en los días claros, se observa el perfil inconfundible del monte Fuji.

Otro atractivo es el lago Ashi que está asentado en un cráter y a lo largo de su orilla se encuentran numerosas fuentes, templos y ryokans (alojamientos tradicionales).

Una divinidad con varios usos

El medio español señala que los japoneses tienen estatuas de Jizō virtualmente en cada uno de sus pueblos y ciudades. Este bodhisattva (alguien que, llegado al umbral del nirvana, retarda su iluminación definitiva como buda para ayudar a otros a seguir su misma senda) encarna el optimismo, la compasión y la salvación universal.

Desde el Valle se puede observar el perfil del monte Fuji. Foto: Facebook

Según la creencia, su poder no es solo prolongar la vida, sino que se le invoca en incontables situaciones como para tener un buen parto, contra el dolor de muelas, como guardián de los pescadores, patrón de los bomberos, defensor de los niños y las mujeres mayores, protector en el campo de batalla y en el reino del infierno.

Jizō es caracterizado comúnmente como un monje budista que lleva la cabeza rapada y viste hábitos monacales, sin ornamentos. Sus estatuas aparecen a menudo con baberos, bufandas o sombreros rojos.

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