El Encuentro Nacional de Cine se realizará este miércoles y jueves, en la Universidad de las Artes, en Guayaquil. Siete temas serán tratados, todos sobre la propuesta de una nueva Ley de Cine que tienda puentes con el marco legal vigente y que se articule con las necesidades de esta época. Si bien el panorama no es amigable con una Ley de Culturas represada en la Asamblea y un Sistema Nacional de Cultura que hasta ahora no encuentra senda, se permite pensar al menos en una legislación específica para el sector –ventaja frente a los otros inmersos en la cultura-.
Este posible cuerpo legal busca trascender el fomento de la producción –eje de la Ley vigente desde el 2006- y permite pensar en los otros ámbitos del cine y el audiovisual de forma integral. Así, se enfocaría en su incidencia en el total de la población y no solo en bogar por los intereses de productores, directores y demás personas vinculadas, sin que esto signifique descuidar sus garantías, derechos y condiciones laborales.
Hay temas que se caen de tan hablados y aún no resueltos. Para ellos la respuesta parecería obvia, pero depende justamente de la legislación y las limitaciones actuales. Así, por ejemplo, hablar de cine y no de audiovisual resulta anacrónico en un momento donde las pantallas son múltiples. Lo de los incentivos fiscales, tributarios y arancelarios para quienes apoyen a la producción nacional es también algo que se ha oído en repetidas ocasiones; lo mismo, con el porcentaje del impuesto a los espectáculos públicos que correspondería a tal fomento y que ahora es gestionado por los Gobiernos locales. De ahí que en dos días se prioricen líneas de trabajo.
Sin embargo, no está de más que se reflexione sobre la condescendencia desde varios sectores inmersos, es decir ese apoyo paternalista o trato preferencial a la producción nacional por el simple hecho de serlo. Hay que valorar parámetros técnicos, de viabilidad, de calidad, de respeto al espectador y por supuesto comprender que –para bien o para mal (como lo dijo el colombiano Dago García)- el cine es muchas cosas y al llegar a las pantallas se convierte en mercancía. Es decir, equilibrar rentabilidad social y rentabilidad comercial, para que no se dependa ‘ad infinitum’ del Estado y de las voluntades políticas, con miras a una movilización autónoma del sector.
17 filmes, 84 mil asistentes
Es necesario –apunta Juan Martín Cueva, director del CNCine- que se visibilice el aporte del audiovisual a la economía nacional, “no solo como esas personas que hacen películas, sino como generación de empleo, valor agregado, dinamización del turismo…”.
Quizá es el momento de trocar preocupaciones e intereses personales –manifiestos en contenidos y propuestas, desde la vereda respectiva-, por una organización potente y articulada en beneficio de la colectividad del sector. Ciertamente importa precautelar la libertad de expresión de los creadores: su derecho de autor; pero importa tanto como garantizar el acceso a contenidos culturales diversos de los ciudadanos: el derecho del espectador.
Se ha pensado que el estancamiento, reducción incluso, de público ecuatoriano para cine ecuatoriano se debe a la poca comprensión del audiovisual como cultura y como industria, propuesta artística y producto de mercado. La nula empatía entre las películas y los espectadores registrada en el 2014 buscó causas en el ensimismamiento de los realizadores. Con 17 filmes nacionales en cartelera se llegó apenas a un promedio de 84 000 espectadores, menos que en años anteriores, cuando hubo un menor número de estrenos.
La producción nacional
Tras la novedad del llamado ‘boom’ del cine ecuatoriano -por motivos varios y variables- llegó la fatiga de las audiencias y bajó la efervescencia. “Crisis de crecimiento”, así lo ha visto Jorge Luis Serrano (en artículo publicado por El Telégrafo) y lo ve Cueva (entrevistado por este Diario). El primero concretó el CNCine y el segundo ahora está en la cabeza de la institución. Esta institucionalidad -si bien joven, ya apta a revisar sus fallos-, derivada de la Ley del 2006, reforzó el proceso del audiovisual ecuatoriano, trazó las primeras líneas de acción y ha procurado animar el debate, no hay duda de ello; mas, actualmente, precisa de una reconfiguración de sus sistemas de apoyo y de gestión. ¿Será lo apropiado pasar de Consejo a Instituto? Casos en la región avalan la propuesta.
La búsqueda de culpables del bajón de público también se ha fijado en los exhibidores, quienes sin apoyo alguno desde el Estado han asumido costos de inversión y riesgos en tiempos de cambios para todos los sectores de la industria, y con tal oferta de filmes que la permanencia en cartelera de determinados títulos es mezquina. Para el encuentro venidero, con 100 participantes seleccionados de entre 258 inscritos, ¿cuántos exhibidores estarán de manera voluntaria o por invitación de los organizadores?
La misma pregunta valdría hacerla para con los distribuidores de las ‘majors’ estadounidenses, también vinculados con los temas a tratar. ¿Será que El Rosado, Consorcio fílmico, Zócalo y otras firmas se suman al diálogo en este proceso de apertura hacia un cambio de época? ¿Se ha pensado en la carencia de distribuidoras de cine nacional –ahora recae en el mismo equipo de producción-?
Sucede que acá se sigue considerando a las salas de exhibición –que de manera general remite a los complejos multisalas- como la única medición fiable de la repercusión de un filme. Sin embargo, ya no es así, por el desarrollo de la tecnología del audiovisual y por las costumbres de consumo de los espectadores. Los canales de difusión se abren al DVD –en Ecuador es un soporte fuerte, aunque, de frente al acuerdo entre comerciantes y producciones nacionales, prime el consumo de copias ‘piratas legales’ -; a la televisión –para quien tiene TV paga, la oferta se amplía-; a la descarga de Internet; y a las plataformas de streaming –captando a más usuarios-. ¿Cómo, entonces, aprovechar estas otras ventanas para aumentar el visionado de contenidos ecuatorianos?
La exhibición alternativa
Al pensar en las salas del circuito comercial se piensa también en una oferta dominada por las producciones estadounidenses. Ante tal hegemonía, no solo los filmes nacionales se ven afectados, también cintas independientes de otras latitudes. “Eso hay que romper y, si no lo rompe la ley, no lo va romper el mercado. Se dice que eso es lo que el público quiere ver; mentira: es lo único que puede ver”, dice Cueva. En ese sentido, en el Encuentro se debería discutir sobre cinematografías alternas y circuitos para su exhibición. Actualmente, salas de estas características en el país, se cuentan pocas.
En fin, hay temas para abordar y decisiones por tomar y concretar, para que las intenciones no se queden en solo deseos. Es momento de probar madurez, de abrir la mente para comprender la realidad del cine nacional en relación a sus características y a las tendencias globales, de participar del diálogo y hacer un ‘mea culpa’ también desde varios sectores –los medios incluidos- , para que la propuesta de un nuevo audiovisual ecuatoriano no solo emerja, sino que sea posible y estratégica.
Temas a tratar en el Encuentro Nacional de Cine
El miércoles 25.
Tras la inauguración del Encuentro, el CNCine presentará la propuesta de contenidos para la reforma de la Ley de Cine, aprobada en el 2006.
Los expositores.
Germán Calvi (Arg.), Lorenza Marique (Méx.) y Gonzalo Castellanos (Col.) hablarán sobre regulación, coproducción y modelos de legislación.
Las mesas redondas.
Personalidades del medio ecuatoriano debatirán sobre la propuesta de reforma a la Ley y los incentivos a la producción nacional.