Macron ¿brillo que se debilita?

La carrera meteórica de Emmanuel Macron fue una sorpresa en el mundo. Foto: AFP

La carrera meteórica de Emmanuel Macron fue una sorpresa en el mundo. Foto: AFP

La carrera meteórica de Emmanuel Macron fue una sorpresa en el mundo. Foto: AFP

Emmanuel Macron entró a la escena política internacional en una forma que recuerda el hipermediatizado estreno de Barack Obama como jefe de la Casa Blanca en el 2009. La ráfaga de aire fresco elegida por los franceses sobre el radicalismo de la ultraderecha se convirtió en la figura a observar, con una cautela no exenta de fascinación.

Ya no fueron suficientes los reportes noticiosos de los medios tradicionales. Los millones de usuarios del servicio de televisión en línea Netflix se encontraron, a los pocos días de la victoria del que hoy es el presidente más joven de la historia de su país, con un documental de una hora y media de su ‘Ascenso al poder’.

Yann L’Hénoret, realizador de este trabajo audiovisual, lo describe como alguien “muy humano”, y con una increíble capacidad de escapar al estrés a través del sentido del humor. Y los que dieron clic para verlo, a lo mejor con curiosidad o morbo por su matrimonio con una mujer que fue su maestra de secundaria, se encontraron con un tecnócrata de 39 años de sonrisa fácil, y con una enamorada esposa más interesada en que no coma demasiada comida chatarra que en influir en sus decisiones políticas.

Invitar al Elíseo a Vladimir Putin y a Donald Trump, quienes no lo veían como la mejor opción para la Presidencia, le otorgó un aura de conciliador. Su mensaje, según Zaki Laïdi, internacionalista de Sciences Po, es que “estará disponible para negociar con quienquiera que tenga voluntad de hacerlo, sin disfrazar los desacuerdos”.

Lo confirmó esta semana, cuando consiguió que los dos principales protagonistas de la crisis libia, el jefe del gobierno de Trípoli Fayez al Sarraj y el mariscal Jalifa Haftar, acordaran un cese el fuego y elecciones que podrían tener lugar en la primavera del 2018.

Otros factores externos parecen jugar a su favor afuera de sus fronteras, desde la recuperación económica en Europa hasta el camino del ‘Brexit’ que aísla al Reino Unido. Y si se suman las señales de que cada vez halla más convergencias con Alemania, prácticamente confirma la afirmación de Laïdi, que está convencido de que “parece bien encaminado a convertirse en un defensor clave del multilateralismo”.

Pero los últimos reportes desde el país galo sugieren que casa adentro las cosas no andan de la misma forma. Justo hace ocho días el semanario Le Journal du Dimanche mostró los resultados de un sondeo en el cual el porcentaje de personas satisfechas con su labor descendió al 54%, 10 puntos menos que en junio.

La agencia de noticias France Presse reseña los problemas de sus primeros tres meses en el poder, a pesar de que su partido, La República en Marcha, ganó la mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias.

A mediados de este mes, la oposición y la prensa criticaron su forma de gestionar una crisis con el jefe de Estado Mayor de los Ejércitos. El general Pierre de Villiers dimitió el 19 de julio tras reprobar los recortes de 4 500 millones de euros previstos por el Gobierno en el presupuesto de Defensa. La meta a conseguir: cumplir con los objetivos de déficit marcados por la Unión Europea.

Semanas antes, Macron también estuvo en el centro del huracán galo cuando apoyó un controvertido proyecto de ley antiterrorista, que incluye algunas medidas que preocupan a los defensores de las libertades civiles.

Le Journal de Dimanche agrega que a los franceses también les preocupa la proyectada reforma del derecho laboral. Una de sus ofertas de campaña estuvo precisamente centrada en este campo, comprometiéndose a refrescarlo y a aliviar lo que Charles Wyplosz, del Instituto de Estudios Internacionales, califica como “una carga impositiva excesiva que sofoca la iniciativa comercial”.

Este economista y catedrático estima que cumplir con las expectativas de Bruselas pudiera minar la recuperación económica que tanto ansía Francia. “Los líderes europeos probablemente preferirían un poco de retraso del déficit a la pérdida de respaldo popular para el presidente pro-Europa de Francia, siempre que se reduzca el gasto público”, agrega.

En este punto, es imposible no recordar que la inmensa popularidad externa de Obama, sobre todo al inicio de su primer mandato, lo elevó a una categoría de ícono de la cultura pop que alcanzó incluso a los miembros del comité noruego, que le entregó el Nobel de la Paz a menos de un año de sentarse en el Salón Oval.

Los problemas internos de Macron todavía no le quitan afuera la figura fresca y prometedora que nunca consiguió -ni se propuso- proyectar François Hollande. Pero casi cumplido el primer trimestre de su administración, la aprobación de sus compatriotas es la misma que tenía a estas alturas su antecesor. Por eso resulta pertinente la pregunta que se plantea Wyplosz: “¿podrá aguantar el ritmo?”.

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