Vista aérea que muestra la colonización y deforestación en el bosque piemontano de la provincia de El Oro. Foto: Cortesía Lucas Bustamante/Tropical Herping
Un grupo de científicos ecuatorianos descubrió tres nuevas especie de ranas terrestres, del género Pristimantis, en la provincia de El Oro, en el suroccidente de Ecuador.
Para Mario Yépez, director ejecutivo del Museo Ecuatoriano de Ciencias Naturales (MECN), el estudio rescata lo poco que se ha conocido de esta provincia. “Hay un déficit de información histórica”, dice.
En menos de una década de investigaciones, en El Oro se han descubierto tres especies de ranas, una de serpiente y dos de lagartijas.
Además, Jorge Brito, mastozoólogo del MECN, cuenta que se han hallado cuatro nuevas especies de murciélagos y ahora están analizando a dos posibles roedores de la misma zona.
De acuerdo con Juan Carlos Sánchez, herpetólogo de la Universidad de Azuay, tres ranas de cristal y dos aves están bajo sospecha. Incluso “es posible que haya dos ecosistemas no descritos y desconocidos para el país dentro de la provincia”, dice Yépez.
El Oro, con una superficie de más de 5 000 km2, es la única provincia del Ecuador que alberga 15 ecosistemas desde el páramo hasta el manglar. Además, está entre los territorios más biodiversos del país y de Sudamérica.
Cada ecosistema alberga diferentes animales, incluso algunos son únicos de la zona. Según datos del libro ‘Anfibios, reptiles y aves de la provincia de El Oro’ -del cual Sánchez es coautor-, 12,4% de las especies de aves y 15% de reptiles y anfibios que se encuentran en la provincia son endémicas (y las cifras podrían aumentar).
A pesar de que han incrementado las investigaciones, los científicos están a contrarreloj. Se tiene poca información de las especies y se sabe que existe más biodiversidad por descubrir, pero la deforestación y la contaminación borran las evidencias de su existencia.
Cada año, la provincia pierde aproximadamente 6 254 hectáreas de bosque, según datos del Ministerio del Ambiente. Después de 460 años de explotación aurífera y colonización, solo queda un 31% de la vegetación natural original, la misma que existió hace millones de años. El otro 70% se ha convertido en campos de banano, camaroneras, pastizales, centros poblados, lugares de minería, entre otros.
Yépez alerta que los ecosistemas de bosque montano –entre los 1 800 y 2 600 msnm- están desapareciendo. Ahora solo quedan 160 km2, un equivalente a la mitad del área de Quito. “La zona de los manglares debió haber sido diez veces más de lo que existe actualmente”, dice Sánchez.
Un total de 59 especies, entre anfibios, reptiles y aves se encuentran amenazadas dentro de la región. En otros casos se han registrado extinciones locales.
Por ejemplo, según Brito, el tapir de montaña que habitaba en la cordillera de Quilla no se lo ha visto desde hace aproximadamente 25 años.
La pérdida de información científica es una de las consecuencias del detrimento de la biodiversidad, pero no la única. Un estudio publicado la semana pasada en la revista científica Science concluyó que la biodiversidad mundial ha caído en los últimos años por debajo de los niveles de seguridad a escala global.
Esta pérdida puede influir en la sostenibilidad de las sociedades humanas y en el funcionamiento del ecosistema, tales como el ciclo de los nutrientes, la polinización o el reciclaje del agua. Al momento ha desaparecido un 20% de las especies que existían antes del humano, según el estudio.
Los científicos aseguran que en muchas partes del mundo, la situación está llegando a un punto en que probablemente será necesaria la intervención humana para mantener la función de los ecosistemas.
Tal es el caso del Corredor Ecológico Guayacán-Buenaventura-Cerro Azul que pretende unir los remanentes de vegetación que quedan en la provincia de El Oro.
Sánchez cuenta que este incluiría bosques montanos, piemontanos, semideciduos. A esta iniciativa se suma el proyecto binacional que uniría a la Reserva de Biósfera Noroeste de Perú y a la Reserva de Biósfera del Bosque Seco del Sur Andino de Ecuador.