En medio de estos desafíos, se mira a la Universidad como el eje de un ecosistema en el que coinciden o deberían coincidir todos los actores de las nuevas metodologías de enseñanza. Foto: ingimage
Los datos masivos y la inteligencia artificial están transformando la capacidad de aprender. En este entorno desafiante, la universidad tiene nuevos papeles que cumplir.
Una idea que quedó marcada en la 49ª edición del Foro Económico Mundial efectuada en Davos (enero, 2019) se refiere a que la Cuarta Revolución Industrial, de cara a la nueva década, modificará el entorno competitivo de las sociedades, en todos sus ámbitos y con todos los actores.
Los datos masivos y la inteligencia artificial ya están transformando nuestra capacidad de aprender. No es el futuro, es el ahora. Por lo tanto, según una de las conclusiones de esa cita, los líderes en general deberán diseñar organizaciones que aprendan y se adapten a todas las escalas de tiempo, “combinando lo mejor de los humanos y las máquinas”.
En ese escenario de cambios y transformaciones, la educación superior también está en una época en que enfrenta nuevos retos. Más aún, cuando las universidades por sí mismas ya no son el único lugar en donde se genera el conocimiento. Ahora participan otros actores y plataformas.
¿Qué tienen que hacer las universidades? ¿Cómo se forman esos nuevos profesionales, incluso ante escenarios desconocidos? Son las preguntas que se plantean en los centros de educación superior.
Rafael Puyol, presidente de UNIR, Universidad en Internet (con sede en La Rioja, España) abre más el paraguas de ese ‘deber ser’ de la universidad para adaptarse al nuevo escenario: promover la cultura de la innovación y el emprendimiento, eliminar los calvarios administrativos y burocráticos, masificar el concepto de empleabilidad deseable, buscar más sinergias con las empresas, desarrollar en los estudiantes más habilidades blandas y digitales (‘soft skills’ y ‘digital skills’), entre otros recursos de vigencia inmediata.
Estos temas fueron abordados en las IX Jornadas Futuro en Español (24 de octubre), en la apacible ciudad de Logroño, ubicada a unos 320 km al norte de Madrid, una rica zona poblada de viñedos. Decenas de académicos, empresarios, autoridades de regulación universitaria… plantearon hipótesis y alternativas frente a la pregunta: ¿Cómo será la educación superior del futuro?
Pero antes de responder (o plantear opciones), José de la Sota, coordinador general de la Fundación para el Conocimiento Madri+d, añadió otros elementos al debate: las empresas critican a las universidades porque no forman a las personas como las requieren. Más del 50% de empresarios no tiene formación universitaria. Por eso, “la transformación digital deja en la cuneta” a muchos profesionales.
Senén Barro, director del Citius (Centro de Investigación de Tecnologías Inteligentes), de la Universidad de Santiago de Compostela, añadió la siguiente interrogante: ¿Qué no se hace en la universidad? “No hacemos aquello que nos diferencia de las máquinas. Nos diferencia la comunicación, la innovación, la cooperación, el cambio, el trabajo en equipo. Y eso no estamos cuidando en la educación de los jóvenes. Seguimos formando sin esa nueva visión”. Y pone de relieve los datos que arroja un estudio elaborado por Linkedin este año, en donde se señala que el 57% de directivos prioriza las habilidades blandas frente a las otras, a la hora de una contratación.
El vínculo entre universidad y empresas es fundamental. No es algo nuevo, pero ahora es inminente. El mercado laboral se comprime y la oferta supera a la demanda. “En el 2030, dos billones de jóvenes se incorporarán a la fuerza laboral y eso deben tener en cuenta las universidades”, asegura Francisco Cervantes, coordinador del área de Universidad Abierta de la UNAM de México.
¿Cuál debería ser el papel de las universidades frente a las nuevas tecnologías y a las necesidades de las empresas? Andrés Pedreño -según Diario El País, uno de los referentes españoles en el mundo digital- planteó al auditorio que deben tener un papel proactivo, para responder a la complejidad y a la incertidumbre. “Las universidades no tienen ese liderazgo; lo tienen las industrias o las empresas, sobre todo en inteligencia artificial. Lo que deben hacer es proponer cambios rápidos”.
Pero hay más desafíos para la educación superior y eso se nota en el mundo empresarial. Por ejemplo, la transnacional en telecomunicaciones AT&T está en un proceso de capacitación masiva, luego de descubrir que la mitad de sus 250 000 empleados carecía de las habilidades necesarias para mantener a la compañía competitiva a mediano y largo plazos.
Ante ello, la firma lanzó la iniciativa ‘Future Ready’, con un presupuesto de USD 1 000 millones, para dar herramientas en línea a sus empleados, para mantenerlos actualizados y relevantes en la empresa. Pero esa preparación no proviene específicamente del mundo universitario. Ellos siguen cursos en línea impartidos en plataformas MOOC (cursos masivos y abiertos), como Coursera y Udacity.
Ahí hay oportunidades y sobre esto se debe reflexionar, planteó Carolina Jeux, exCEO de Telefónica Educación Digital, en el evento IX Jornadas Futuro en Español, promovido por Vocento, UNIR Fundación, Sacyr, entre otras entidades españolas. Los trabajos que AT&T requiere cubrir para el futuro son: científico de datos, analista de cómputo, desarrollador de ‘apps’ e ingeniero en Computación en la Nube.
De allí la necesidad de que las universidades tengan en cuenta aspectos claves para asumir el reto, con base en el uso de herramientas que la revolución tecnológica aporta, particularmente con el aprovechamiento de los datos.
Aprendizaje predictivo con Big Data, analítica del comportamiento, cultura del dato en vivo, aprendizaje contextualizado, aprendizaje cuántico, ‘chatbots’ tutores, todo ello en un contexto de acreditaciones basadas en competencias y logros, son parte de las claves de la educación del futuro. Eso debe tener en cuenta la universidad, señala Daniel Burgos, vicerrector de Transferencia y Tecnología de UNIR.
En medio de estos desafíos, se mira a la Universidad como el eje de un ecosistema en el que coinciden o deberían coincidir todos los actores de las nuevas metodologías de enseñanza. De lo contrario, las máquinas podrían tomar ese rol y puede ser demasiado tarde.