En la Escuela Carlos Aguilar, ubicada en Cumbayá, se aprovecha el espacio para implementar un invernadero. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El espacio para sembrar las plantas puede ir desde medio metro cuadrado en adelante, o estar concentrado en tres macetas. Así, los estudiantes aprenden a sensibilizarse con la naturaleza y sus cuidados.
Esta metodología se llama la Tierra de Niñas, Niños y Jóvenes para el Buen Vivir (Tini). Forma parte del programa ambiental ‘La casa de todos’ del Ministerio de Educación. Se implementará de forma obligatoria en las escuelas y colegios públicos, privados y fiscomisionales del país a partir de este año lectivo.
Como primer paso, hasta diciembre, la Cartera prevé invertir USD 70 000 para la difusión del proyecto y la implementación de la guía introductoria. En este documento se indica cómo se prepara el abono y la tierra, la interacción del docente con los alumnos, etc.
Además, el plan es que 10 mil maestros se instruyan en el manejo de Tini, en la plataforma digital Me capacito. Otro paso es la implementación secuencial del sistema en los planteles. Lo apunta Mónica Reinoso, subsecretaria para la Innovación Educativa y el Buen Vivir.
Finalmente está la llamada transversalización del currículo, para adaptar los contenidos a la realidad educativa del país. Para Reinoso, lo primordial es mostrar que el tema ambiental no debe ser enfocado solamente en Ciencias sino también desde Matemática, Lenguaje o Inglés.
En algunas instituciones ya se desarrollan iniciativas de ese tipo. Así que con Tini no se empezará de cero. En la Escuela Fiscal Carlos Aguilar de Cumbayá, oriente de Quito, hay un invernadero con más de 100 plantas sembradas en botellas plásticas, zapatos y otros materiales reciclados.
Su rectora, Elsa Torres, cuenta que ese lugar funciona hace nueve años y que los chicos que se forman allí lo cuidan, así como los docentes. Leslie P., de 12 años, observa lo que pasa con los vegetales. Además, todo lo que ha aprendido en las aulas lo aplica en su casa: tiene orquídeas, limón y orégano. Siempre está pendiente de ponerles abono. “Eso me enseñaron en Ciencias”.
La maestra Cecilia Corrales se reúne con los chicos en el invernadero. En clases de Matemática, calculan los litros de agua que se necesitan para regar las plantas. En las de Lengua, escriben poemas sobre las flores que crecen allí.
Eso se complementa con las enseñanzas sobre reciclaje. Niños y profesores recogen botellas y con el dinero que han recaudado se concretaron obras para la escuela. Por ejemplo, canastas para guardar papel y cartón. Mallas, para las jardineras del patio y para comprar semillas.
Felipe Campos es biólogo y exasesor curricular del Ministerio de Educación en temas relacionados a ciencias naturales. Opina que la Tini es una buena alternativa para concienciar a los chicos sobre los cuidados de la naturaleza.
Pero su efectividad debiera medirse en las zonas urbanas, en donde los alumnos desconocen lo que es sembrar. A su juicio, en las zonas rurales la realidad es otra. Ellos están acostumbrados a los espacios verdes. “Es parte de su vida”. A nivel de currículo-añade- entre los del campo se debe fortalecer las materias relacionadas al reciclaje y biodiversidad.
Cuenta que, desde hace 30 años aproximadamente, en las escuelas y colegios ya se educó a los niños y jóvenes sobre la contaminación del medio ambiente. Desde los años noventa, eso se profundizó y cada plantel comenzó a manejar sus propios sistemas de recolección de desperdicios.
Asimismo se empezó a construir currículos educativos sobre temas ambientales. En el Colegio Ecuatoriano Español América Latina, la prioridad es que los estudiantes no caigan en el esnobismo ambiental (por moda). Al contrario, lo que se busca es que se instruyan de forma integral con la formación de valores.
En esa línea -según la vicerrectora, Catalina Valencia– se crearon las áreas extracurriculares. Una de ellas es la de huerto, en donde los alumnos trabajan. Es una pequeña parcela de unos 10 metros. Producen calabaza, ruda, higo, lavanda, col y otros vegetales.
También organizan salidas de campo. En una de ellas, los integrantes del huerto visitaron el relleno sanitario de Quito. Esa experiencia marcó a Caetano O., de 16 años. Aprendió la importancia del reciclaje. Cada vez que sale a comprar en el supermercado, procura no adquirir demasiados productos envasados en plástico. Se desespera cuando mira que la gente adquiere decenas de botellas que luego terminan en la basura. Le pide a su padre que compre lo necesario y evite la contaminación del planeta.