Es difícil separar autor y obra
Eduardo Varas, en uno de los pasillos de la Universidad de las Américas, donde trabaja como profesor de periodismo. En el 2010 publicó el libro ‘Los descosidos’. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
En ‘Leaving Neverland’, un documental dirigido por Dan Reed, dos hombres aseguran que Michael Jackson abusó sexualmente de ellos. Esos testimonios han provocado una avalancha de reacciones negativas sobre este ícono de la industria musical fallecido hace 10 años. En esta charla, Eduardo Varas, escritor y catedrático de la Universidad de las Américas, reflexiona sobre el linchamiento post mortem.
¿Cómo entender el linchamiento post mortem que está viviendo Jackson?
Hay que recordar que las reacciones de estos días parten de un documental que muestra el punto de vista del director. Ese punto de vista está basado en los testimonios de estos dos hombres que afirman haber sido abusados. Lo que más he visto en redes sociales es que la gente comparte artículos a favor o en contra de lo que está pasando. La mayoría no pone lo que piensa sino que está usando las palabras de otros para justificar su posición alrededor del tema. Es tan complejo que el documental me dejó con la sensación de que, en cierta medida, fui uno de los miles de fans que le dio a Jackson el poder para hacer todas esas atrocidades.
El filósofo Guy Debor sostenía que vivimos en una sociedad del espectáculo, ¿este tipo de linchamientos son una extensión de la espectacularización de la vida contemporánea?
Jackson era nada menos que el ‘Rey del Pop’. Quizás las mismas acusaciones con otro tipo de figura hubieran sido mucho menos mediáticas. Pienso en el caso del director Roman Polanski, que abusó de una joven. Es inevitable que lo de Jackson se convierta en algo medular dentro de la sociedad del espectáculo y eso hace que sea necesario hablar del tema. La sociedad del espectáculo, sobre todo alrededor de lo que Mario Vargas Llosa dijo alguna vez, fue banalizada. Creo que en la sociedad del espectáculo se tiene que superar la idea de banalidad, eso nos va a permitir preocuparnos más por entender la forma en la que nos relacionamos con lo que consumimos. El documental es una ruptura porque nos interpela. La interpelación principal radica en el cuestionarse si seguimos o no consumiendo la música de Jackson.
¿Mientras más idolatrada es una persona mientras está viva, más descarnado es su linchamiento post mortem?
Sí, y la defensa también. He leído posiciones igual de agresivas que las que quieren hundir a Jackson. La parte más grave de lo que estamos hablando no es el linchamiento sino lo post mortem. Estos días todo el mundo odia a Luis Miguel por lo que pasó en Guayaquil. Ese linchamiento va a durar unos días o semanas y luego se evaporará. A mí me pareció que el documental es muy persuasivo porque ofrece un montón de datos que me dan a entender que había un modus operandi y que su entorno sabía de sus abusos. El punto es que él ya no está aquí pero sus acusadores sí, y eso hace que la defensa sea más agresiva.
Existe la idea de que los muertos de alguna manera rozan la santidad y el caso de los artistas no es la excepción. ¿Hemos olvidado que los famosos, al igual que el resto de personas, tienen sus claroscuros?
Creo que el ideal de belleza que existe desde la Edad Media nos obliga a pensar que hay algo de divinidad en quienes generan belleza. Esto nos ha impedido discutir otras cosas, entre ellas que un artista puede ser miserable, como sucedió con Caravaggio. Lo amo pero a veces me aterra ver obras como ‘Judith y Holofernes’. Aquí tenemos el caso de Oswaldo Guayasamín y su trato atroz a Luce de Perón que ella cuenta en su libro. ‘Annie Hall’ para mí es una joya, y ‘La rosa púrpura del Cairo’ me divierte mucho, pero eso no significa que mi relación con Woody Allen sea absolutamente permisiva. Creo que es importante desnaturalizar la idea de que el arte por ser bello tiene que haber sido hecho por alguien bello.
¿Las redes sociales han exacerbado esta idea de que se juzgue a los artistas sin esperar una sentencia?
Las redes sociales han dado voz a un montón de gente que no es que no debería tenerla, pero que no asume la responsabilidad de lo que significa poseerla. No hemos pensado en la responsabilidad de tener la libertad para hablar. Hay gente que ha perdido hasta la vida buscando derechos para que la gente se exprese y nosotros les hemos pagado siendo huevos anónimos en Twitter. Hay que comprender que no hay necesidad de comentar todo lo que pasa en redes. El problema real de esto es la inmediatez y no comprendemos que eso nos hace desconocer muchos detalles que pueden ser determinantes para generar una opinión. La carrera de Jackson se hubiera acabado si estaba vivo y el documental se pasaba en esta época, por todo lo que está sucediendo con el movimiento #MeToo. Creo que las redes son un problema en la medida en que no permiten tomar distancia de lo que leemos, vemos o escuchamos.
Muchas radios del mundo han decidido no pasar la música de Jackson, ¿en qué medida la obra y el artista se pueden separar?
Se debería separar la obra del artista pero es complicado. El problema ahí es que en nuestra sociedad la marca es el autor. Por ejemplo, la gente no habla de que ‘Mañana tendremos otros nombres’ fue la novela que ganó el último Premio Alfaguara sino de que Patricio Pron es el escritor que ganó el premio. Hay una construcción alrededor de la persona, nombre y marca muy fuerte, lo cual nos impide hacer separaciones. Creo que eso es lo que obligó a las radios a quitar la música de Jackson, pero estoy más que seguro que de aquí a seis meses o a un año la volverán a poner porque el tema habrá tomado otro giro. O se consumirá en otro tipo de radios. Este caso nos demuestra que debemos obligarnos a ser consumidores críticos y que es importante tomar decisiones personales.
¿Cuáles son los peligros de mirar la obra de un artista a la luz de este tipo de linchamientos?
Es muy peligroso porque pensamos que la vida del autor nos va dar necesariamente claves. La consecuencia de eso es que te desbarranques en la experiencia con su obra. Ahora es importante conocer la vida del artista como una especie de estrategia para revalorizar la obra en sí misma. Te puede confundir pero es necesario hacerlo. Como te he dicho, una obra bella o hermosa que nos lleva al cielo no necesariamente está hecha por alguien hermoso.
¿Se gana algo con vetos mediáticos o el retiro de distinciones a este tipo de personajes?
En la práctica no porque las cosas que se ganan y que pueden ser vistas como reafirmaciones, en este caso de lo que el documental dice, terminan siendo un triunfo virtual. De aquí a diez años seguiremos hablando de Jackson como artista porque no vamos a poder negar que sus discos estuvieron entre los más vendidos de la historia, entonces alguien querrá saber quién era. Yo he decidido no ir a ver obras de Guayasamín por muchas razones que tienen que ver con él pero su obra va a seguir ahí.
¿El linchamiento post mortem y la censura moral vienen juntas?
Creo que no. Una reacción moralista no tiene que ver con el enojo o la incomprensión de lo que estás experimentando sino con asumir un posición de privilegios respecto a lo que pasa, como pensar que como no soy ese monstruo abusador y tampoco he sido abusado puedo pontificar sobre lo que está bien o mal. El linchamiento post mortem es consecuencia de la animosidad. El moralismo es consecuencia de no saber qué hacer con esta animosidad.
Se acaba de descubrir que el escritor Charles Dickens intentó recluir a su esposa en un manicomio para estar con otra mujer, ¿puede ser el próximo linchando post mortem?
No lo creo, por dos razones muy simples: la gente que lee es muy poca y porque Dickens no es ni un 2% de lo que es Michael Jackson en presencia mediática.
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