Arturo, el oso polar bautizado como ‘el animal más triste del mundo’, murió el lunes último en el zoológico de Mendoza (Argentina). Estaba por cumplir 31 años, una edad avanzada para su especie. Durante 22 años de su vida permaneció en cautiverio; y, desde hace cuatro, vivía en soledad absoluta tras la muerte de su compañera, Pelusa.
El último oso polar de Argentina fue un animal más que murió tras las rejas de recintos, zoológicos o refugios de fauna silvestre. Aunque muchos son rescatados del tráfico ilegal de especies, otros nunca vuelven a recuperar su libertad.
En Ecuador, de los 6 602 animales que fueron decomisados entre el 2003 y el 2015 por el Ministerio del Ambiente (MAE), junto con la Policía Nacional, solo 400 han podido ser liberados en el mismo lapso de tiempo.
La liberación o reintroducción de animales no es un proceso fácil. María Teresa Alveal, veterinaria del Zoológico de Guayllabamba, explica que la mayoría de individuos fueron capturados cuando pequeños y sería un crimen dejarlos en la naturaleza, pues lo más probable es que no sobrevivirían.
Encontrar lugares seguros donde los animales puedan ser liberados es cada vez más difícil. Carolina Bravo, bióloga del centro de rescate Los Monos Paseo Ecológico, en Puyo, cuenta que ya no reintroducen más animales porque los bosques, cada vez, están más fragmentados y aumenta la presencia humana.
Los menos afortunados mueren antes de ser rescatados. Según Juan Manuel Guayasamín, director del Zoológico de Guayllabamba, aproximadamente solo un 10% de los animales juveniles que llegan a esta institución sobreviven. La mayoría llegan heridos, con traumatismos o maltratados. Cuando son crías son más vulnerables.
Por cada juvenil que llega a los centros -especialmente monos-, cinco o seis individuos de su familia ya fueron muertos. Bravo explica que para capturar a una cría bebé, los traficantes deben matar al grupo. Es por eso que muchos de los centros de rescate se vuelven guarderías de huérfanos primates, aves y felinos. Con el paso de los años se convierten en asilos -algunos individuos superan las tres décadas-.
A escala nacional existen 35 zoológicos, según el MAE. La falta de recursos, espacio y capacitación del personal son algunos de los obstáculos que deben superar estos centros para brindar un refugio a las víctimas del maltrato humano.
Para costear los gastos de mantenimiento, los centros se abastecen de las entradas o de las donaciones. Sin embargo, no siempre es suficiente y en ocasiones el gasto sobrepasa el ingreso. Por ejemplo, en Los Monos Paseo Ecológico, durante junio recibieron
USD 5 00 y tuvieron que gastar USD 600 en la alimentación de los animales, según Bravo. Agrega que en los últimos años han llegado menos visitantes, supuestamente por la situación económica del país.
No reciben ayuda económica del Gobierno. El MAE actúa como un ente controlador mas no financiero. No obstante, la entidad dice haber aportado con jornadas de asistencia veterinaria y con la implantación de microchips en animales. “No es competencia ni atribución del MAE apoyar económicamente a zoológicos y centros de rescate”, afirma esta Cartera de Estado.
La falta de espacio suele ser un problema. A veces el zoológico de la capital ha recibido entre tres y cinco animales semanales. No todos pueden ser ubicados en recintos donde ya viven otras especies o ya se han formado clanes, pues muchas veces surgen conflictos entre los individuos. Construir una jaula es costoso (USD 2 000 –
8 000) y la construcción demora como mínimo cuatro meses. Los que no encuentran lugar se quedan años esperando su turno para ser reubicados fuera del área de cuarentena.
Guayasamín habla de un segundo refugio, pues la palabra “cuarentena” ya no aplica en muchos casos. Para muestra, una jaula de pájaro es el hogar desde hace cuatro años de un mono leoncillo de 20 cm. Lo mismo ha ocurrido con otras especies tales como aves rapaces que permanecieron en jaulas pequeñas desde el 2009 hasta el 2013, año en el que se inauguró un recinto más amplio donde se realiza cetrería.
La falta de espacio no es el único obstáculo. En el zoológico de Tarqui, en Puyo, hace falta personal capacitado. Solo dos cuidadores se encargan del manejo de 200 animales. Wiliam López, director de este lugar, cuenta que uno de sus ocelotes tiene afectado un órgano, pero no puede operarle porque no dispone de expertos en veterinaria de fauna silvestre. “Es un problema darles los primeros auxilios”, dice López al referirse a un jaguar al que se le inflamó la mandíbula por no haber acudido al veterinario a tiempo.