Danilo Yánez y Danilo Chávez, de la Escuela Politécnica Nacional, desarrollan un dron para análisis ambientales. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Para estudiar los efectos del cambio climático sobre los seres vivos es necesario considerar las condiciones ecológicas en las que viven los animales y las plantas. Pero hay lugares remotos e inaccesibles, áreas demasiado extensas y miles de organismos diminutos que son difíciles de observar. ¿Cómo hacen los científicos para recopilar tantos datos y saber lo que pasa en la Tierra?
Los investigadores estudian la ecología desde el aire con cámaras a bordo de aviones o drones y con imágenes satelitales. “Utilizando sensores infrarrojos se permite saber qué tan húmeda, fría o caliente es un área. Esto a su vez muestra la biodiversidad, pues cada especie de planta tiene un índice de humedad específico”, dice Olivier Dangles, representante del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), en Ecuador.
Uno de los pioneros a escala mundial en estos estudios es Greg Asner, ecólogo del Instituto Carnegie para la Ciencia, quien instaló en su avión un nuevo sistema de escaneo 3D con láser. Este analizó, en noviembre del año pasado, los efectos de la sequía que lleva afectando, desde hace cuatro años, los bosques californianos de secuoyas gigantes. “Era como hacer un análisis de sangre al bosque entero”, explicó Asner, a la revista National Geographic. Las imágenes obtenidas mostraban un collage de diferentes colores. Los árboles sedientos se veían de rojo intenso. Las imágenes eran alarmantes.
El Observatorio Aéreo Carnegie es ejemplo de tendencia generalizada. En 2014 e inicios de 2015 la NASA lanzó cinco misiones de observación terrestre, lo que ahora representa los ojos puestos en el cielo para analizar un mundo en transformación: derretimiento de glaciares, deforestación, mares en ascenso…
Según un estudio publicado en Nature, desde el espacio, se puede ver la población de algunas especies; el contenido de nitrógeno de las hojas; la distribución, fragmentación, cobertura y altitud de ecosistemas; inundaciones e incendios.
No obstante, para entender el estado de algunos organismos -como insectos, reptiles o anfibios-, las observaciones deben realizarse a escalas de hasta unos pocos centímetros. Es así que investigadores del IRD y sus colaboradores ecuatorianos han desarrollado una metodología que combina el uso de drones, sensores térmicos, programas de cartografía y tratamiento estadístico, para estudiar pequeñas superficies en áreas muy extensas.
Con varios estudios, Dangles y sus colegas observaron que una imagen desde el espacio no mostraba la realidad en detalle. Al estudiar la dispersión de plagas en las papas, se percataron que existían áreas donde la temperatura era ideal para su propagación, pero las imágenes satelitales mostraban que en dicha extensión no había posibilidad de que la plaga pudiera sobrevivir.
Danilo Yánez, docente de ecología de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), explica que, por ejemplo, en un cultivo, las plagas prefieren permanecer sobre las hojas y no la tierra, pues las temperaturas son más bajas en el follaje.
Estos microclimas no se pueden observar a menos que se utilicen drones que muestren imágenes a escalas pequeñas. Es por esto que Yánez, junto con Danilo Chávez, otro profesor de la EPN y experto en electrónica, están desarrollando drones que se adapten a las condiciones del Ecuador.
“En el país, los drones importados se caen y se pierden, pues al estar en altitudes superiores el espesor del aire es menor”, explica Chavéz. Es así que construyó su dron con hélices especiales para volar hasta más de los 4 000 metros, durante 40 minutos. “Así podremos adaptar las cámaras necesarias para poder estudiar la dispersión de plagas y enfermedades en los lugares específicos del Ecuador”, dice Yánez.