Trump da vuelo al populismo económico en EE.UU.

Un cartel de un partido proserbio muestra la imagen del presidente electo de EE.UU. y el presidente de Rusia. Foto: Agencias

Un cartel de un partido proserbio muestra la imagen del presidente electo de EE.UU. y el presidente de Rusia. Foto: Agencias

Un cartel de un partido proserbio muestra la imagen del presidente electo de EE.UU. y el presidente de Rusia. Foto: Agencias

Donald Trump cree que la economía de Estados Unidos puede crecer construyendo muros que la protejan de la competencia internacional.

Su discurso de campaña, en contra de los tratados de libre comercio y a favor de una mayor intervención estatal, le sirvió para ganar las elecciones presidenciales, con la oferta de generar más empleo y mejorar los salarios.

Pero esa promesa corre el riesgo de quedarse en el discurso por al menos cuatro factores: Estados Unidos se ha manejado históricamente bajo principios liberales, sus empresas se han expandido gracias a la globalización, ha hecho fuertes compromisos internacionales en favor de la apertura comercial y sus mayores socios comerciales pueden tomar represalias que acabarían con las ofertas de campaña de Trump.

Suena contradictorio que la mayor economía del mundo, que actualmente viene creciendo gracias al desempeño de su sector exportador, intente mantener el mismo dinamismo poniendo barreras al comercio.

De todas formas, si bien hay una diferencia entre los discursos de campaña y la ‘realpolitik’, los ofrecimientos de campaña del presidente electo de señalan la ruta que tendrá la política comercial de Estados Unidos.

Cuando Donald Trump tome las riendas de la Casa Blanca, a partir de enero próximo, se propone aplicar una política proteccionista que se caracterizará por restringir las importaciones o aplicar altos aranceles que pudieran llegar hasta el 45% a los productos de México o China.

Ya anticipó que renegociará los Tratados de Libre Comercio (TLC) y que aplicará un nuevo impuesto a los productos que las empresas estadounidenses fabriquen en otros países.

Bajo esos lineamientos, los acuerdos de libre comercio con Canadá y México (Nafta), así como los firmados con Centroamérica, Perú y Colombia están en el campo de la incertidumbre, mientras que el acuerdo con la Unión Europea entró en la congeladora. Y el Acuerdo de Asociación Transpacífico, que abarca a 12 economías y que se convertiría en mayor acuerdo de libre comercio para Estados Unidos, está dado por muerto.

Lo que sucede actualmente en México puede ser un adelanto de lo que pasaría con el comercio internacional. El peso mexicano se ha depreciado un 10% desde la elección de Trump y el Banco Central ha tenido que aumentar las tasas de interés para mantener los capitales dentro del país.

Los países centroamericanos, que tienen un TLC con EE.UU., miran con temor el anuncio de Trump sobre la expulsión de migrantes indocumentados. Las remesas que llegan a Honduras, El Salvador, Guatemala o Nicaragua representan hasta el 17% de su Producto Interno Bruto.

Y tampoco es descabellado pensar en el inicio de una guerra comercial entre grandes potencias, con impredecibles efectos sobre la economía global. Si Trump se mueve hacia el proteccionismo, China también se moverá y responderá a Washington con retaliaciones de toda índole.

China tiene una larga historia de pagar con la misma moneda ante cualquier restricción comercial, dijo a la AFP Edward Alden, especialista en comercio del Council on Foreign Relation
Ahora, las políticas proteccionistas de Trump no solo mantienen nerviosos a los líderes mundiales. Dentro de Estados Unidos también hay resistencia a esas políticas y eso será un freno para su implementación.

El partido Demócrata anunció que defenderá los principios liberales que han caracterizado la administración de Barack Obama, mientras que el partido Republicano, responsable de la candidatura de Trump, lo apoyó parcialmente durante la campaña electoral.

Lo anterior obligará al presidente electo a negociar si quiere conseguir apoyo en el Congreso o el Senado para cumplir, por ejemplo, su oferta de reducir impuestos o reducir las regulaciones para que se vuelva más atractivo hacer negocios en Estados Unidos.

Ese apoyo político también será necesario para influir en la poderosa Reserva Federal, con el fin de liberar las tasas de interés, lo que se reflejará en un aumento de las mismas en el corto plazo.

El mercado prevé que eso sucederá y que las inversiones en bonos de Estados Unidos serán más rentables. Por eso el dólar se ha venido apreciando, aunque eso no es una buena noticia para los exportadores estadounidenses, que se vuelven menos competitivos.

Trump conoce de negocios y sabe que las empresas se mueven con incentivos. Además, no tiene la obligación de defender principios liberales o conservadores, pues no tiene ideología, como sí lo tienen los demócratas o republicanos.

En este sentido podrá moverse entre ambos lados, lo cual hace prever que bajo su administración pondrá en práctica un populismo pragmático. Es decir, intentará cumplir sus promesas de campaña sin forzar las reglas del mercado.

Es difícil pensar que Trump pueda obligar a multinacionales como Apple a producir sus teléfonos en Estados Unidos, donde la mano de obra es más cara. Y lo mismo aplica para empresas de automóviles, maquinaria, tecnología, etc.

Si lo hace, empresas como Apple serían menos competitivas y perderían mercado frente a rivales como Samsung. Eso ocasionaría una pérdida de empleos, contrario a su oferta de campaña.

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