España, campeona del mundo de donaciones de órganos

La operación dura cuatro horas y media. Los cirujanos limpian y preparan el riñón extraído la víspera de una paciente fallecida, luego practican una incisión de quince centímetros en el abdomen del receptor y al fin trasplantan el órgano.

La operación dura cuatro horas y media. Los cirujanos limpian y preparan el riñón extraído la víspera de una paciente fallecida, luego practican una incisión de quince centímetros en el abdomen del receptor y al fin trasplantan el órgano.

La operación dura cuatro horas y media. Los cirujanos limpian y preparan el riñón extraído la víspera de una paciente fallecida, luego practican una incisión de quince centímetros en el abdomen del receptor y al fin trasplantan el órgano. Foto: Agencia AFP

Juan Benito Druet acaba de recibir una noticia que le cambiará la vida: le van a trasplantar un riñón sano, gracias a un mecanismo de donaciones pionero a nivel mundial y del que España presume desde hace 25 años.

“No sabemos lo que va a pasar. Pero hay que arriesgarse”, dice este hombre de 63 años y calderero de profesión, en su habitación del hospital de La Paz en Madrid. Intervenciones como ésta se practican a diario en España. En 2016 se efectuaron 4 818 trasplantes en todo el país, y en 2.994 de esos casos fueron riñones, según la Organización Nacional de Trasplantes (ONT).

Bajo el paraguas de este organismo, España ostenta desde hace 25 años el récord mundial de donantes de órganos fallecidos por millón de habitantes: 43,4 en 2016, según la ONT. En 2015, el ratio fue de 40,2 en España, frente a 28,2 en Estados Unidos, 28,1 en Francia y 10,9 en Alemania, según datos del Consejo de Europa.

Juan Benito está acompañado de su mujer Jerónima y sus dos hijos de 37 y 32 años. Su esposa no oculta su alegría: “¡Es mejor que si nos hubiese tocado el gordo de la lotería!”. Tras la operación, esta mujer de 60 años sueña ya con irse de crucero, un viaje que fue inimaginable durante los 12 meses de diálisis a los que se sometió su marido, conectado cada noche a un aparato de 15 kilos que le filtraba la sangre.

Trasplantando vida

La operación dura cuatro horas y media. Los cirujanos limpian y preparan el riñón extraído la víspera de una paciente fallecida, luego practican una incisión de quince centímetros en el abdomen del receptor y al fin trasplantan el órgano.

Acabada la operación, el paciente “inmediatamente empieza a ganar peso, a mejorar su estado general, es decir es como si se estuvieran trasfundiendo vidas”, explica a la AFP Rafael Matesanz, fundador de la ONT.

Matesanz, hasta hace poco director del organismo, explica que el mecanismo español de donaciones, muy bien rodado, ha sido calcado en países como Portugal o Croacia. Concretamente, cada hospital tiene un coordinador de trasplantes, por lo general especialistas en cuidados intensivos.

Estos son los mejores para identificar a los pacientes en riesgo de muerte cerebral o de parada cardiorrespiratoria, dos situaciones en las que los llamados órganos sólidos (riñones, hígado, corazón, pulmones, páncreas o incluso el intestino delgado) pueden todavía funcionar y ser trasplantados.

Las aceptaciones de donaciones son inmediatamente comunicadas a la ONT, que busca al paciente más adecuado en sus listas de espera. Si se encuentra lejos, se envía por aire el órgano, guardado en la cabina con el piloto.

La operación es gratuita, anónima y abierta sólo a los residentes en España para evitar el riesgo de tráfico de órganos.

Formación y comunicación

“Lo que marca la diferencia es la organización del sistema. Esa red y esa centralización son la clave” del éxito, explica a la AFP Marie-Charlotte Bouësseau, especialista de cuestiones éticas en la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra.

Según ella, a nivel mundial sólo se cubre alrededor de un 10% de las necesidades de trasplantes. “Eso significa que el 90% (de los pacientes) va a morir mientras se encuentran en la lista de espera”, añade.

En España, de acuerdo con la ONT, sólo entre el 4 y el 6% de los pacientes en lista de espera murieron en 2016. Ramón García Castillo, un extécnico de televisión de 85 años de edad, fue trasplantado de un riñón en 2010 después de 13 meses de diálisis, a razón de tres veces por semana.

El trasplante “me ha dado vida. He pasado de estar enganchado a una máquina a tener la tranquilidad de poder ir y venir”, cuenta este hombre que ahora sólo tiene que tomar pastillas para evitar que su organismo rechace el órgano.

El otro secreto del modelo español es la formación y la comunicación, destaca Rafael Matesanz. Desde su creación en 1989, la ONT ha formado más de 18 000 coordinadores capaces de comunicar las “malas noticias” y de convencer a los allegados de un difunto de la necesidad de consentir la donación.

Eric Abidal y Pedro Almodóvar

En virtud de la ley española, si una persona fallecida no ha manifestado en vida lo contrario, puede ser donante de órganos. En cualquier caso, los familiares son sistemáticamente consultados. “Hay que tener bastante empatía, delicadeza, respeto”, explica Belén Estébanez, coordinadora de trasplantes en el hospital de La Paz.

“Si tienen muchas dudas, les preguntamos cómo era la persona, si era generosa, si compartía las cosas. Y de ahí llevarles un poquito a pensar lo de la donación”, añade Damiana Gurría, otra coordinadora, quien asegura que hay una sensibilidad creciente sobre el tema.

A ello contribuyó el caso del futbolista francés del Barcelona Eric Abidal, salvado en 2012 de un cáncer de hígado gracias a un trasplante, como también las tres películas de Pedro Almodóvar que abordan el tema: 'Todo sobre mi madre', 'La flor de mi secreto' y 'Hable con ella'.

“Hay muchas familias a las que les reconforta un montón el saber que los órganos de su hijo vivirán en otra persona, que hay familias que le van a estar agradecidas de por vida”, abunda Damiana Gurría.

Es el caso de Ramón García Castillo, que presume de comer equilibrado y de beber dos litros de agua al día desde que recibió un riñón nuevo. “Lo tengo que cuidar, y más que me lo han dado. ¡Tengo que agradecerlo!”

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